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Los males de la opacidad

Jorge A. Rodríguez

El juicio del caso Arny está sufriendo todos los males de las vistas a puerta cerrada. Si este escabroso caso se inició bajo el manto del secreto sumarial, las listas apócrifas o reales de implicados, los números que acusaban y una especie de caza de brujas a la homosexualidad, la opacidad del juicio lo ha llevado a oscilar entre el aparente montaje policial denunciado en los primeros días a la confirmación por parte de seis testigos (cada uno con su matiz) de que en el Arny, El 27 y El Valentino se prostituían menores, eso sí, por su cuenta y riesgo.

La vista ha adolecido desde el principio de lo que ayer mismo le achacaba en la Cadena SER el fiscal jefe de Sevilla, Alfredo Flores: ha sido pasto de las filtraciones interesadas y de la técnica de los defensores de acercar lo más posible el ascua a su sardina. De esta forma, la completa retractación del denunciante del caso, el llamado testigo número 1, televisivamente conocido como Eduardo, y del número 2, llevaron a la ciudadanía la idea de que el Grupo de Menores había ideado un gran escándalo con el sólo objetivo de tapar "el caso GAL o Barrionuevo", tan de moda.

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Incluso ha habido acusados que han asegurado que todo es una gran confabulación de intereses económicos, en la que se mezclan inmobiliarias, multinacionales del juego y altos responsables políticos y policiales. Sin embargo, las declaraciones de los últimos cuatro testigos y, sobre todo, la que ayer prestó el número 10 ha reconducido de nuevo el caso Arny al cauce del escándalo.

El fiscal Flores parecía ayer seguro de que el juicio iba por esos derroteros, cuando afirmó que si los acusados estaban en el sumario no era por capricho. Si están, por algo será, vino a decir el máximo responsable de la fiscalía de Sevilla.

Pero mientras tanto, ha sido también la sala con su decisión de mantener la puerta cerrada -muy criticada por la fiscalía- la que ha dado pie al lucimiento de las estrategias de abogados defensores.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)
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