Perros de presa
No acepté nunca la denominación de dóberman para la delantera del PP, sobre todo por el respeto que tengo a esos perros calumniados, difamados, pero buenos, sencillos, cariñosos y educados. Si ahora les llamo perros de presa es sin ánimo de molestar, por simple afición a la metáfora: todo el que frecuente esta columnilla sabe qué afición me une a los perros. Pero hay esta característica: cuando cierran su mandíbula sobre el enemigo, se les encaja donde muerden y no se mueven hasta que destrozan, aunque se les mate. La forma en que el PP hace presa en el PSOE y en quienes creen que le favorecen tiene estas características. Las he visto muchas veces; la derecha destroza sin abandonar, es una característica que ya se atribuyó a Churchill; tenía incluso el rostro de un bulldog -tengo uno, Bach, le amo-, que es un emblema del conservadurismo británico, uno de los más duros del mundo: destrozó sus colonias hasta cuando les dio la independencia (no se la dio, se la arrebataron) y las dejó inermes.El tema de la Expo de Sevilla, acontecimiento que siempre me pareció detestable -por el despilfarro; por lo que tenía de alteración de los hechos que se conmemoraban, como era el descubrimiento de América; por lo facilón y tópico de sus espectáculos; por la incapacidad de muchos de los nombrados para llevar adelante algo serio; por la obsesión de convertir España en frivolidad cuando aquí faItaba dinero para ayudar a la justicia social- los ha desatado a partir de un informe donde se ve torpeza, donde se descubre que hubo pérdidas -y que se disfrazaron para no servir de, pasto a los enemigos- por hacer mal la contabilidad. Pero lo que quiere el PP, con sus socios -Izquierda Unida es el gozque ladrador y valentón-, es meter en la cárcel al partido socialista. Ya ha conseguido llevar a algunos, otros están pendientes de juicio. Cierto que en sus años de gobierno ese partido ha dado numerosas muestras de debilidad o de inclinación hacia la riqueza y algunos indicios de creer que en la política no hay que tener escrúpulos. Por eso, y algunos cosas más, perdió las elecciones. Pero se trata de que no ganen las siguientes, y por eso no hay que abandonar nunca la presa. Aunque a veces un hombre demasiado honrado, demasiado sensible y con sentido de culpabilidad se castigue a sí mismo con el suicidio. Pero eso no les gusta porque, además, es pecado: lo que quieren es la cárcel, la cárcel.
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