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En el Senado USA hay un mapa 'euro'

Soledad Gallego-Díaz

Lawrence Summers tiene 42 años, es sobrino de dos premios Nobel de Economía, alcanzó un puesto de profesor en Harvard antes que nadie (a los 28 años), es ahora el número 2 del Tesoro norteamericano y, según The Wall Street Journal, "está ampliamente considerado como una de las mentes más agudas de Washington".Summers fue el protagonista de las "audiencias" que hace un mes dedicó el Senado norteamericano al futuro del euro y, sobre todo, a su posible influencia en la economía estadounidense. El resultado de esas audiencias debe haber despejado las dudas de Washington sobre el nacimiento inevitable de la moneda única europea, porque desde entonces, según el mismo periódico, el presidente del Comité senatorial para el Presupuesto, Pete Dominici, ha ordenado colocar en sus oficinas un gran mapa de Europa, con una sobrecubierta en plástico que señala los países "euros". Más significativo aún, Dominici ha anunciado su intención de viajar a Bruselas el próximo mes de enero, con otros miembros del Comité, para recibir información in situ.

Muchos analistas norteamericanos, con Milton Friedman a la cabeza, han considerado que la moneda única europea no llegaría a nacer, o que, si lo hacía, sería un fracaso rotundo. Otros, más prudentes, se han limitado a señalar que una moneda única sólo puede triunfar si existe una gran movilidad de la mano de obra y un sistema fiscal centralizado que permita hacer frente a crisis locales, dos cosas difíciles de lograr en Europa. Artículos con estas tesis siguen apareciendo en la prensa norteamericana, pero ahora con una diferencia. Casi nadie pone en duda que el calendario europeo se va a cumplir a rajatabla y que el euro estará en los mercados financieros internacionales el 1 de enero de 1999.

El comisario europeo para Asuntos Económicos y Monetarios, Yves-Thibault de Silguy, resaltó recientemente este cambio de percepción en Estados Unidos y aseguró que las empresas norteamericanas están preparándose a toda velocidad para adaptar su oferta a esa nueva situación. De Silguy, al que no le falta sentido del humor, añadió que Washington no tenía por qué estar preocupado: "El diálogo sobre temas monetarios entre Estados Unidos y Europa será ahora más fácil porque tendremos a Mr. Greenspan (presidente de la Reserva Federal) y al presidente del Banco Central Europeo".

Summers no parece creer, sin embargo, que ese diálogo vaya a ser un diálogo entre iguales, por lo menos durante bastante tiempo. Opina que el euro supondrá el cambio más importante experimentado por el mundo financiero desde el fin de los acuerdos de Bretton Woods, pero que los europeos se pasan de optimistas cuando creen que su moneda única podrá competir con el dólar como moneda de reserva. En una conversación con el periodista británico Martin Walker, publicada por la revista Europe, Lawrence Summers aseguró: "El dólar seguirá siendo la divisa de reserva por excelencia en un futuro previsible y cualquier erosión en esa posición, ocurrirá, si es que llega a ocurrir, sólo de manera muy lenta". El grado de lentitud (o de velocidad) dependerá, probablemente, no tanto de la marcha del propio dólar como de la capacidad de los países europeos para mantener un crecimiento económico sostenido y una política monetaria anti-inflacionista. Es posible que Summers tenga razón y el proceso sea más largo de lo que algunos especialistas de Bruselas creen, pero el río debe llevar agua cuando el poderoso Comité de Presupuestos del Senado norteamericano ha sacado ya billete para la capital de la Unión.

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