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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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El reclamo

Veo, no sin sorpresa, que en los desfiles de modas las señoritas llevan cada vez menos ropa: los modistas van aprendiendo que son ellas las que importan, y que su gracia está en decorarlas un poco: el peluquero, el maquillador y cuatro trapitos. A veces, transparentes sobre el desnudo total. Tengo leve adicción -prescindible- por dos canales del Satélite: Fashion, dedicado a modas como su nombre no indica -si no se sabe inglés, o se es un buen cosmopolita-, y Estilo, que concede a la mujer artificial la representación estética de nuestro tiempo.¿Artificial? Hasta un punto: el modista las ha modelado y subrayado, pero ellas van revelando cada vez más una cierta angustia de la especie occidental por la falta de natalidad. El ombligo es fundamental: esa muestra es ya antigua, hace casi cincuenta años los empecé a considerar seriamente en París, y a las chicas que iban así las llamaban "nombrilettes", lo que con todas las dificultades de traducción sería "ombliguitas". Lo que en realidad muestran es un vientre suficiente como para engendrar: le enseñan al macho perezoso o asustado dónde puede desarrollarse su simiente. En toda su estrechez, tienen caderas -más, las del Sur: las españolas de lentejas y aceite por generaciones- para parir; y pechos con los que amamantar. Los morritos, muchas veces inflados por la pequeña cirugía, hacen remedo de cómo ha de ser el sexo, y también de cómo ha de ser el bebé. La delgadez de las modelos muestra la mujer frágil, sin músculos, que no va a pegarnos. Podremos manejarlas. Su andar por la pasarela es oferente.

Y están representando a las mujeres de nuestro mundo (que, por cierto, no suelen estimarlas): están diciendo que todas ellas son así, que no hay por qué tener miedo. Si acaso, al precio de los adornos que han de ponerlas los caballeros que las críen. Es curioso que sean precisamente peluqueros, maquilladores, creadores o costureros quienes se dirijan al mundo masculino a través de ellas.

(Probablemente todo esto sea falso: nunca se escribe nada que no tenga una estructura de falsedad, pero conviene saberlo y advertirlo. Ellas mismas están enseñando incesantemente su falsedad y su artificio para recordar lo natural. En todo caso, para los viejos verdes -cada vez hay más por la prolongación del tiempo de vida- son un espectáculo grandioso. Pero esos desgraciados no engendran).

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