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Tribuna
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¿Invertidos?

El atasco en que los grupos parlamentarios se encuentran actualmente ante la regulación de las parejas de hecho, con la sexualidad por medio, parece demostrar que todavía no se piensa bien. El "piensa mal y acertarás" prevalece como un trasunto de los viejos prejuicios que estigmatizan a quien no es heterosexual. Y, considerando, según el mismo diccionario, "invertido" al homosexual (inverso a lo que es correcto o "legal"), ¿cómo legalizarlo sin reparos?Las últimas investigaciones científicas, con Antonio Guillamón y Santiago Segovia entre los españoles, aportan caudal suficiente para deshacer la ofuscación. No hay un continuum en la sexualidad, dice Guillamón, al modo de un arco iris gay discurriendo desde el muy macho a la muy hembra. Pero hay un surtido de seis grupos diferentes a partir de la constitución anatómica y cerebral: el heterosexual masculino y el femenino, el homosexual masculino y el femenino, el bisexual y el transexual. Cada uno con sus derechos porque todos han nacido de una conclusión biológica primordial. Después, cada cual podrá mezclar en su vida diaria unas experiencias u otras, pero el abanico se despliega naturalmente así. Pensar mal es creer vicioso lo que no coincide con lo heterosexual e, inmediatamente, la reflexión se vicia. Aplicar, por ejemplo, el patrón matrimonial a homosexuales produce reticencias, pero es que, efectivamente, la pareja homosexual no es marital. Como no lo sería tampoco la relación bisexual, capaz de producir uniones de tres o más socios. Cada modelo reclama su casuística y su' tratamiento. Legalizar hoy las uniones homosexuales con ánimo "tolerante" es no avanzar nada. Es seguir pensando mal y no reconocer poniendo de pie, a la luz, lo que una larga historia colocó boca abajo (invertido) y en las tinieblas de la perversión.

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