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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Póquer del mentiroso

EL CÁNTARO del pacto entre Aznar y Pujol ha ido tantas veces a la fuente de los desacuerdos que a nadie podría extrañar que al fin se rompa. En un mes escaso, CiU y PP han mantenido posiciones enfrentadas en torno a una larga ristra de proyectos de ley y de decretos: la ley de asilo político, la regulación del himno nacional, la reforma de la enseñanza de las humanidades, la retroactividad de la excedencia forzosa para los jueces que ejercen actividades políticas, la prohibición de la objeción de conciencia sobrevenida (es decir, declarada después del sorteo de la mili), la evaluación del déficit adicional revelado por el informe Barea, el precio de los libros de texto o la necesidad de registrarlos, y el reconocimiento de las parejas de hecho homosexuales. El Gobierno de Aznar ha retrocedido, matizado o rebajado sus propuestas en un buen número de ocasiones. Pero su reiteración en el desbordamiento sugiere un interés por acreditar la idea de que son sus incómodos aliados quienes les impiden plasmar su verdadero programa. Un mensaje con clara intención preclectoral.El resultado es un estado de permanente insatisfacción entre los socios y un continuo cambio de horizonte temporal. El último encuentro entre Aznar y Pujol, el 7 de octubre, presentó una agenda de estabilidad para todo el año 1998, lo que habría permitido empezar a contar el calendario electoral a partir de mayo, en un momento dulce para ambos, después del ingreso en el club del euro.

La última cadena de desencuentros ha llevado, sin embargo, a Pujol a acotar su apoyo hasta final de esteaño, dando por sentada la aprobación de los Presupuestos de 1998, y a ordenar a sus consejeros que rechacen de entrada toda propuesta que les llegue del Gobierno. Una nueva reunión con Aznar, alrededor de fin de año, debería despejar las dudas sobre la prórroga del pacto o la inmediata apertura de un ciclo electoral que podría empezar en Cataluña en primavera. Aunque, en términos más reales, todo puede quedar en la reanudación de este peculiar póquer del mentiroso que consiste en amenazarse mutuamente con la convocatoria anticipada de elecciones.

En realidad, la sustancia del pacto no presenta mayores problemas. CIU apoyará los Presupuestos de 1998 con el objetivo de Maastriclit como lema central de todo su discurso. Es posible incluso que se llegue a la próxima reunión de La Moncloa con casi todos los asuntos pendientes prácticamente resueltos (financiación de la sanidad, traspaso de la competencia de tráfico , reforma de la ley del suelo y ley de puertos). Donde surge un problema de dificil solución es en el estilo que gasta el Gobierno, con iniciativas que sorprenden a Pujol y minan su credibilidad ante el electorado nacionalista.

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La teoría de la gobernabilidad elaborada por el presidente catalán en los últimos años de Gobierno socialista ha sufrido tal distorsión que cabe pensar en una inversión de sus efectos: el desgaste para Pujol, la libertad de movimientos para Aznar. De ahí la cortante circular a sus consejeros y el apoyo prorrogable en incómodos plazos. De ahí también que la cita de Maastricht en primavera aparezca para los nacionalistas catalanes más como el alivio de una pesada carga que como un momento culminante.

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