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El Ser, la Nada y Galicia

Esas reflexiones reiteradas, y no siempre vacuas, de los que se, preguntan por el Ser de España (un Ser, al parecer, que está por encima de sus habitantes), esas reflexiones esencialistas de tales angustiados (el Ser siempre produce desórdenes a quienes lo cultivan en exceso), muestran, en general, una concepción muy limitada de España y de la democracia. Dejando a un lado la también aburrida y también reiterativa discusión sobre el nacionalismo como una perversión del espíritu (y qué cosa no lo es, visto desde las severas categorías morales del platonismo político centralista), y replanteando el debate desde la consideración del nacionalismo (tan diverso, por cierto: desde los soldados del Vietcong a las juventudes hitlerianas o a Manuel Azaña y Ortega y Gasset) como una opción más en el marco democrático, producen pasmo las declaraciones de algunos políticos, no muy tranquilos con el ascenso electoral del BNG. Y produce también un cierto apuro o vergüenza ajena repetir aquí esos dislates interpartidarios que se pronunciaron al albur de ese ascenso, pero no es bueno dejar pasar todo esto sin alguna consideración alternativa, tanto más necesaria cuanto que esto del nacionalismo parece ser que está cuestionando no sólo el Ser de España, sino la misma democracia.Conviene recordar, sin embargo, que el Ser citado no es o, no debe ser una construcción artificial realizada por algún politólogo alumbrado del mal de amores hacia la periferia de eso que llamamos España, que no es otra cosa que la voluntad de sus ciudadanos, nación, por tanto, como construcción democrática de sus pobladores. Y desde esa perspectiva democrática se puede observar con interés analítico el fenómeno llamado nacionalismo como la expresión de una parte de la voluntad ciudadana de esos territorios que alzan alguna insurgencia pacífica y democrática ante el Ser de España.

¿Qué insurgencia? Las hay de todas clases, y a veces se dan juntas. Desde el esencialismo periférico a la busca, también, de su Ser, con todo lo que arrastra una búsqueda así, en la que se puede acabar como los adversarios, maldiciendo de cualquier posición no esencialista y maltratando a sus portadores (la reproducción del esencialismo antidemocrático centralista), hasta la insurgencia histórico-económica y cultural de quien busca otro marco político de integración o desintegración de lo que llamamos España. 0 ambas cosas a la vez, y otras muchas no resumibles aquí.

El caso del nacionalismo en Galicia es bastante específico para ser analizado con las mismas plantillas de otros nacionalismos hispanos (en el sentido de Hispania como territorialidad transnacional, al uso antiguo). Para empezar, es un nacionalismo ideológicamente escorado hacia la izquierda, como es normal en un país en el que su burguesía se encontró cómoda en'e1 espacio económico y simbólico de la España más tradicional, sobre todo a partir del desastre del 36. Antes de esa fecha, una parte de las clases medias emergentes optó, no sin problemas, por el galleguismo, el estatuto de autonomía de la época (aprobado) y, en menor medida, por el apoyo al Frente Popular (lo que provocó divisiones interiores en esos sectores medios). El propio carácter popular de aquel nacionalismo acabó por expulsar de hecho a las opciones de las clases medias. Durante los años del franquismo, aquellos intelectuales que permanecían en las instituciones galleguistas del exilio no pudieron restaurar el viejo Partido Galleguista y mantener alguna actividad interior, abriéndose un enorme vacío político que fue llenado en la democracia reciente por el fraguismo, que aglutinó alrededor de un localismo radical a las clases medias urbanas y a sectores importantes del mundo rural, constituyéndose como continuador, de alguna forma difícil de precisar, de aquel galleguismo agrarista más conservador que había perdido sus referentes históricos. -

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El BNG hereda, sin embargo, al galleguismo socialdemócrata de Castelao (un referente central) o galleguismo de izquierda que tuvo su continuidad en la juventud de los años sesenta, con su mitología específica (marxismoleninismo inicial, tercermundismo ben-belista, castrismo). De esos jóvenes de los sesenta, y a través de una organización clásica de la época (UPG), el nacionalismo de Castelao pasó al BNG a través de diversos avatares largos de contar. Hoy, el BNG es una organización muy diversa en su interior en la que conviven, como militantes activos, desde nacionalistas clásicos (gente de orden y de centro, digamos) a nacionalistas radicales, socialdemócratas, sindicalistas, socialcristianos, etcétera. Y su aspiración política inmediata debe ser la de llegar a sectores hoy pastoreados por el PP (empresariado, campesinado conservador) e incrementar el apoyo, ya importante, de la juventud, de las clases medias urbanas y la clase obrera clásica. No creo que tenga, como prioridad, incrementar la tensión con el Estado y lanzarse a una retórica autodeterminista en el sentido tradicional del término. La autodeterminación es entendida en sentido más dinámico que el ejercicio de un derecho: se entiende como un proceso político de largo recorrido, en el que no se contempla, necesariamente, la opción independentista, y en el que parece prionizarse una convivencia libre y de nuevo tipo con el Estado que sustenta a España. El futuro del BNG depende, como el de algunos clubes de fútbol en ciertas circunstancias, de sí mismo. Cualquier radicalización le restaría votos, pero cualquier ejercicio del sentido común político los incrementaría. Habrá diversos ciclos en la política gallega, pero es difícil pensar un futuro sin el BNG, y en ese sentido sí es preocupante, tanto para el PP como para el PSOE, la neoemergencia del galleguismo. También es cierto que si el PP ha conservado una cierta voluntad galleguista en su espacio gallego, el PSOE, rompiendo con su propia tradición en la Galicia de preguerra, se ha separado sistemáticamente de ese camino. Son famosas y repetidas las batallas de Vázquez, alcalde de La Coruña (A Coruña, en gallego), por impedir la desaparición de esa "L". Y otras declaraciones y batallas de ese corte. Estas cosas, que en ciertos periodos no son relevantes, en otros son sustanciales y acaban pasando factura. El PSDG-PSOE no tiene la imagen de fuerza política propia, como la tiene en su tierra el PSC catalán. Algunos líderes de talla, como Xerardo Estévez, alcalde de Santiago, han dicho cosas en ese sentido. El PSOE gallego es el partido que ha cedido la mayoría de los votos nuevos al BNG, que también ha recogido una pequeña parte del PP (al que también comienza a morder votos, aunque muy levemente todavía).

Galicia es uno de los países que más han sufrido los avatares del desequilibrio territorial español, y carece, aun ahora, de las autovías rápidas que todos tienen y de un proyecto ferroviario de futuro. Su aportación energética no tiene compensación, y una parte de su población ha tenido que dejar su tierra ante la falta de perspectivas. Escandalizarse ahora del empuje nacionalista es un ejercicio vano. Pónganse a trabajar.

Fermín Bouza es catedrático de Sociología de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.

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