Coche y Dios
Cuando Dios inventó al hombre y a la mujer tal vez no tuvo visión de futuro. O más bien de su idea de la tecnología que se iba a desarrollar no llegó más allá del invento de la bicicleta. Es decir, un vehículo que sólo necesita para su uso dos manos y dos pies, un sistema circulatorio que se beneficia con el suave pedaleo y un corazón que late alegre ante el maravilloso espectáculo que dos ojos contemplan en el lento discurrir de su viaje.Pero llegó el coche (tal vez invento del diablo, en un momento de descuido del buen Dios) y entonces el humano (hombre-mujer) se quedó cojomanco y tuerto, ya que dicho artilugio tiene tres pedales para dos pies, un volante más una palanca de cambio de marchas para dos manos (es decir te falta una mano) y una marcha atrás: aunque facilite la visión con el uso de espejos por todas partes, hubiera sido conveniente un ojo en el cogote. Menos mal que somos inteligentes y capaces de suplir tantos inconvenientes con nuestra destreza y habilidad para su maniobra (cualidades que muchas veces fallan, pero ya estamos acostumbrados a las estadísticas de accidentes y no nos asustan).
Pero ¿y si se estropea?: nos cuesta un ojo de la cara su reparación, que, sumado a sanciones por no respetar normas de tráfico, más seguros e impuestos y la propia financiación y mantenimiento, nos cuesta otro ojo: total, estamos ciegos con el coche. Pero seguimos siendo inteligentes y consideramos que el tener coche es un prestigio que te iguala a los más poderosos y te facilita llegar pronto, a mucha marcha, a todos los sitios; donde no llega nadie, como dice el anuncio.
Y dejo en el tintero (otra vez será) el gasto en carburantes, atascos, ruido, contaminación, más cemento y más asfalto, etcétera. Perdonen el rollo utópico anticoche, pero ruego que se compare con los rollos de publicidad procoche.-
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