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El acusado del crimen del joyero asegura al tribunal que lo descuartizó "por inercia"

La extrema frialdad con que José Roberto Morales relató los pormenores del crimen del joyero madrileño Andrés Crespo sobrecogió a los asistentes al juicio que se inició ayer contra él y su esposa, Alcira Susana, en la Audiencia de Madrid. Morales admitió haber troceado en 33 partes el cuerpo de Crespo -director de una industria dedicada a la venta de joyas-, pero aseguró que su muerte fue accidental: "Cayó deslomado de una silla y se dio un golpe en la cabeza. Al verle muerto, sentí miedo y, por inercia, lo descuarticé", precisó.

En realidad, Morales casi hizo filetes con su víctima, según los policías que días después del crimen desenterraron el cadáver, distribuido en tres bolsas y abandonado en un descampado de Cercedilla. El crimen ocurrió el 13 de abril de 1995 en un chalé que los acusados alquilaron en La Moraleja por 350.000 pesetas mensuales.Los acusados, de nacionalidad argentina, se enfrentan a una petición del fiscal de 83 años de cárcel para cada uno. La versión del fiscal se centra en que los procesados tenían problemas económicos y decidieron, "de mutuo acuerdo" secuestrar a Andrés Crespo: creyéndole un hombre rico, y exigir un millón de dólares de rescate. Le secuestraron tras quedar con él en un bar de Madrid, con la excusa de proponerle un negocio, tras lo cual le llevaron en un coche, por la fuerza, al chalé de La Moraleja. Allí le amordazaron y le obligaron a telefonear a una hermana para que le informase de que estaba secuestrado. Esa misma noche, según el fiscal, le llevaron a la bañera de la casa, le propinaron un golpe en la cabeza y descuartizaron su cuerpo. Luego, le enterraron.

Contradicciones

Los acusados ofrecieron al tribunal una versión que se contradice con otras anteriores. José Roberto exculpó a Alcira y asumió toda la responsabilidad, pero no del crimen, sino "del accidente". Esposada y vestida con un traje largo rojo, Alcira subrayó que llegaron a España en 1994 y alquilaron un chalé en La Moraleja. Montaron una charcutería, pero les fue tan mal que ella, "para poder comer", terminó prostituyéndose, con la aquiescencia de José Roberto. "Por entonces, hacíamos vidas separadas", declaró ella. Añadió que conoció a Crespo en un bar el 2 de abril de 1995. Se dejaron los teléfonos y volvieron a verse 12 días después, y terminaron- la velada en el chalé. Según Alcira, José Roberto volvió a casa antes de lo previsto y les sorprendió en la cama, por lo que se enzarzó con el joyero.Los abogados de la víctima le preguntaron cómo era posible que él se molestara por una situación que conocía y aprobaba. "No sé, debió sentirse violento por la escena". Destacó que, tras la pelea, el joyero 11 cayó desplomado" y se dio un golpe en la cabeza. "Luego, me tomé unos tranquilizantes y desperté al día siguiente".

Para entonces, subrayó José Roberto, apoyando la versión de su compañera, "ya lo había descuartizado; ella no se enteró". Ante la perplejidad de los asistentes al juicio, añadió que no necesitó ayuda para seccionar el cuerpo. "De niño, en Argentina, era muy aficionado a la caza mayor, y yo mismo descuartizaba las piezas". Los dos acusados admitieron que transportaron las bolsas con el cadáver en un taxi. "Después de una hora de viaje, me pidieron que parara en un lugar donde no había nadie", señaló ayer el taxista.

El testimonio de una hermana del fallecido resultó muy emotivo. Explicó, llorando, que sonó el teléfono en su casa de madrugada: "Entre gritos de dolor, mi hermano dijo que estaba secuestrado y que lo iban a matar, y se cortó el teléfono".

"Minutos después, me llamó ese señor [señalando a José Roberto Morales], y dijo: 'Fami, tu hermano está secuestrado. Queremos un millón de dólares antes del día 18. Si no, vamos a trocear su cuerpo y a esparcirlo por todo Madrid'. Entonces, oí a mi hermano gritar: 'Mi familia no tiene dinero, matadme ya, matadme ya". Estos señores, que no son señores, han hundido a toda mi familia, queremos justicia...". Otro familiar de la víctima, con los ojos enrojecidos por la ira y el dolor, no pudo contenerse y, delante del tribunal, espetó: "Que los ahorquen en la plaza de España".

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