Ocio vía satélite para la empobrecida clase media
Todas las noches, Bachir lleva a cabo una curiosa ceremonia. Aparca su Peugeot 205 y después se lleva el único faro del vehículo antes de subir a casa. Por la mañana repite la operación a la inversa, sin que nadie se extrañe en el barrio de Bab Ezuar, cerca del aeropuerto de Argel. "Ya me han robado dos veces los faros; ahora tomo precauciones", explica este técnico de una empresa estatal de construcción.
Su mujer está en paro desde hace dos años, a pesar de ser licenciada en medicina y especialista en biología. "En el sector público ya no hay oportunidades, están recortando personal; mi sueno es poder montar un laboratorio de análisis médicos, pero para ello haría falta disponer de un local de al menos 100 metros cuadrados. Demasiado caro" precisa Leilà, que, a falta de un empleo, se dedica ahora a cuidar de su tres hijos de seis, cuatro y dos años. Sólo el mayor está escolarizado.
Esta familia, como el conjunto de la población argelina, debe hacer frente a una sensible degradación de su poder adquisitivo. "Todos los productos han subido. La bolsa de leche costaba dos dinares hace cinco años; ahora vale 20 (50 pesetas), 10 veces más, pero los salarios sólo se han multiplicado por dos o por tres", detalla Bachir. La situación es catastrófica para muchos argelinos, incluso * para los pertenecientes a la clase media.
Además, apenas tienen para diversiones. "No hay ocio a nuestro alcance; la única forma de evadirse es la parabólica", relata, "y si salimos al parque,' como hacíamos antes, corremos el riesgo de ser víctimas de un coche bomba". Bachir se puso de acuerdo con sus vecinos para comprar una antena parabólica lo más grande posible con el fin de poder captar el mayor número de cadenas de televisión extranjeras vía satélite. "Todos los del bloque aportaron dinero para la compra". Los cables se extienden hoy como una telaraña por todos los pisos.
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