_
_
_
_

El derrame fue desviado al alcantarillado, ya que el almacén carece de un sistema de contención

VIENE DE LA PÁGINA 1

Los mismos obreros, creyendo que podían controlar el derrame, lanzaron bicarbonato y carbonato sódico. "Había niebla, y la humedad, junto con el aire, provocaron el cambio de estado del ácido clorhídrico. Así se formó la nube", indicó Honorio Riesgo, directivo de la empresa. "Ha sido una exageración. Aquí a nadie le ha pasado nada, nosotros mismos podríamos haberla controlado", añadieron algunos empleados suyos.

La formación blanca y espesa que surgió en el polígono fue vista por una patrulla de la Policía Municipal, que inmediatamente avisó a los bomberos. Esta llamada se registró a las once de la mañana. Cuatro minutos después, el primer vehículo del servicio de extinción entraba en la nave, situada en el número 142 de la avenida Real de Pinto. El siguiente paso fue acordonar la zona. En ningún momento el Ayuntamiento consideró necesario alertar a la población. "No hay viviendas en un radio de un kilómetro y, por lo tanto, no había peligro para los vecinos", señaló la edil de Villaverde, Nieves Sáez de Adana.

La nube, que no llegó a afectar al casco urbano, aunque sí intranquilizó a los vecinos, era irritante para la piel y las vías respiratorias. La empresa indicó que,. dada la baja concentración de ácido en el aire, no entrañaba ningún problema grave para la salud. "Es algo parecido a lo que queda en el aire cuando se echa agua fuerte en un inodoro. Si te acercas mucho, pues te irrita; si no, simplemente lo hueles", explicó Honorio Riesgo.

El jefe de guardia de los bomberos, Eugenio Amores, uno de los primeros en llegar a la nave, se mostró más estricto: "Fue una nube tóxica, porque así es el producto que lo ocasionó, pero tampoco hay que ser alarmistas, porque el riesgo para la salud dependió de la proximidad al lugar de la fuga. Lo que está claro es que ha sido mucho más grave que la fuga de Algry [un escape de 500 kilos de corhidrato de trimetilamina, ocurrido el 13 de enero pasado y que obligó a desalojar a 250 vecinos de una colonia de Fuencarrall. Allí podíamos respirar sin problemas; aquí, no". El jefe de guardia de bomberos ilustró con un ejemplo el poder corrosivo del escape: "Al acabar su trabajo, un miembro del equipo especial se duchó con el traje aislante para eliminar los restos de ácido. Pues bien, al desvestirse, se le cayó en la pantorrilla una simple gota. Resultado: tiene una quemadura del tamaño de un pulgar".

La nube fue diluida con agua en aspersión, mientras que una parte del derrame fue a parar a las alcantarillas, debido a que el almacén, en contra de lo que establece la normativa, carece de cubetas de contención capaces de aislar las fugas. Este hecho fue criticado por los bomberos, quienes también se quejaron de que la empresa, pese a tener un plan de seguridad exterior, no les avisó al descubrir el escape.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La empresa insistió en que ha cumplido todos los requerimientos del Ayuntamiento y que en junio pasado presentó al mismo una licencia para ejecutar las obras de mejora necesarias. En este sentido, la firma indicó que el pasado 14 de octubre le había sido aprobada una solicitud para llevar a cabo la obra de reubicación de los depósitos y construcción de las balsas de contención. "No se ha podido hacer antes por falta de medios económicos.Tenemos la conciencia tranquila. Ha sido aparatoso, pero no peligroso", añadió Honorio Riesgo.

Quienes también sufrieron los efectos de la nube tóxica fueron los obreros que construían una nave a unos 100 metros del lugar del accidente. "Nadie me avisó. Yo estaba trabajando a unos nueve metros de altura. Vi cómo salía una especie de niebla de la empresa esa. Cada vez salía más y más. Me dolían los ojos y la garganta, así que me fui", recordó Fernando Pastor Arroyo, de 49 años. "Era enorme, alcanzaba los 10 metros de altura y se iba expandiendo. No se podía respirar, ni siquiera se veía a través de la nube", apuntó el obrero Sebastián Reyes, de 38 años. Su relato lo corrobaron sus compañeros Primitivo Sánchez, de 49 años, y Jaime García, de 23.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_