La llegada del reformista Djukánovic a la presidencia de Montenegro aísla más a Milosevic
La confirmación de la victoria electoral en la segunda vuelta de las presidenciales de Montenegro del primer ministro Milo Djukanovic añade un nuevo fiasco a la lista de fracasos recientes del jefe panserbio Slobodan Milosevic cuyos fervientes partidarios de antaño parecen buscar refugio político en todas direcciones. Con el 98% de los votos escrutados, la comisión electoral ha confirmado en Podgorica la victoria por algo más de seis mil votos del teórico reformista Djulianovic sobre el presidente saliente e incondicional aliado de Milosevic Momir Bulatovic, de 45 años.
Ambos, salidos del renombrado partido socialista montenegrino (ex comunistas), eran hasta hace poco amigos del alma e indistinguibles ideológicamente. Bulatovic, que amenaza con no reconocer los resultados de la votación alegando "dudas sobre su regularidad", eligió ser virrey de Milosevic en Montenegro. Djukanovic, 35 años y mejor sintonizado con el cambio, sentenció su campo al asegurar hace unos meses que Milosevic era un hombre del pasado que llevaba a todos al desastre. Diplomáticos europeos en Belgrado coinciden en que Djukanovic tiene los ojos abiertos a Occidente. Los creyentes sugieren que alborea una nueva época en el sur de los Balcanes.Con la derrota de su protegido montenegrino, el acosado Milosevic debe abandonar su sueño de reforzar sus casi ceremoniales poderes como presidente de Yugoslavia (Serbia y Montenegro), para lo que necesita los votos de Podgorica. Montenegro es una fracción geográfica y económica de Serbia, pero la diminuta república, fronteriza con Albania y única salida al mar de la Armada yugoslava, tiene iguales derechos en su irreal federación. Las elecciones parlamentarías de la próxima primavera, señalan los partidarios de Djukanovic, pueden abrir definitivamente el camino de la democratización a la república adriática.
Durante su campaña electoral, Djukanovic y Bulatovic se han acusado mutuamente de corrupción masiva y contrabando a gran escala. En este sentido, las presidenciales han servido para sacar a la luz la implicación de la clase dirigente montenegrina en la delincuencia organizada. Para muchos, la pelea entre Belgrado y Podgorica y entre las dos fracciones de los ex comunistas montenegrinos tiene más que ver con el suculento negocio fronterizo que con sustantivas diferencias políticas.
En Montenegro, como en Serbia, los afortunados que trabajan suelen cobrar su Salario -el mínimo es de unas nueve mil pesetas- con meses de retraso. El contrabando es desde hace años la mayor fuente de ingresos de esta república de papel, y fue un auténtico salvavidas durante las sanciones internacionales impuestas en 1993, cuando Belgrado y Podgorica gestionaban al alimón los beneficios del petróleo, el alcohol y el tabaco de matute.
En el último mes todo ha ido de mal en peor para el teórico de la Gran Serbia, al timón de un barco progresivamente desarbolado. Al fracaso de Bulatovic este domingo hay que añadir el de Zoran Lilic, su altavoz, en la segunda vuelta de las irresueltas presidenciales serbias, el pasado septiembre. Estas elecciones, que deberán repetirse por falta de participación, estuvieron a punto de ser ganadas por Vojislav Seselj, un caudillo ultranacionalista y jefe de mercenarios que se vanagloria de tener a buen recaudo las pruebas que implican directamente a Milosevic, cuyo partido ha perdido también su ritual mayoría absoluta en el Parlamento de Belgrado, en los genocidios de Bosnia y Croacia.
Djukanovic representa ahora un nuevo y real peligro para Milosevic, que pese a todo sigue en el cuadrilátero: controla todavía un debilitado ejército, una formidable policía, los medios de comunicación y la agonizante economía serbia.
El nuevo presidente será el primer político con las armas necesarias para iniciar el camino hacia la separacion de Serbia. El refuerzo de la posición de Montenegro (600.000 habitantes) en el Estado federal debe ser una de las prioridades de Djukanovic, que ha proclamado reiteradamente su voluntad de sacar a la ficticia república de su aislamiento y consumar un proceso de privatización -a diferencia del serbio- ya avanzado. Washington todavía mantiene a Serbia y su apéndice marítimo al margen de los circuitos del dinero, por su falta de cooperación con el Tribunal de La Haya y de diálogo con los independentistas albaneses de Kosovo.
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