Corazones agredidos
La mayoría de los hábitos de riesgo de las patologías coronarias se inician en la infancia o la adolescencia
Un corazón que falla es, en la mayoría de los casos, un corazón agredido. Y esa agresión, casi siempre silenciosa y persistente, ha podido comenzar muchos años antes. Por ejemplo, con aquellos bollos tan dulces y tan sabrosos, pero tan cargados de mala grasa animal, que luego continuaron en dietas desequilibradas, unas veces a base de fast food y otras en opíparas comidas, ricas en muchas cosas pero, sobre todo, en colesterol. O con aquellos cigarrillos que hacían que uno se sintiera mayor en la adolescencia y que luego, por la ansiedad del trabajo, se convirtieron en una dependencia con largos años de sometimiento a la nicotina. La agresión pudo comenzar también cuando un día, en una revisión rutinaria, el médico observó un principio de hipertensión y nunca más se revisó.Los especialistas discrepan sobrecuál de estos factores influye más en la aparición de la enfermedad coronaria, que abarca el infarto de miocardio, la angina de pecho y la muerte súbita. Una parte importante de los investigadores sostiene que el colesterol, pero recientes estudios han llevado a otros a indicar que la hipertensión es aún más perjudicial para el corazón porque, al cabo de un año de sufrirla, la mitad de los pacientes sufre hipertrofia ventricular.
En cualquier caso, lo que está claro es que una dieta que induzca el colesterol, el tabaquismo, la hipertensión arterial y el estrés. siguen siendo los principales ad versarios del corazón. Y si cada uno de estos factores constituye por separado un importante riesgo, juntos o combinados son todavía mucho más dañinos.Y la mayoría de los hábitos perjudiciales comienza en la infancia o la adolescencia. En los últimos años, los especialistas han dado la voz de alarma ante el aumento de los índices de colesterol entre los niños debido al cambio de hábitos alimentarios. Ya no desayuan pan con algo o fruta, sino productos de pastelería y mucha mantequilla. Y muchos no cenan verdura y pescado, sino bocadillos. La bollería industrial y la comida rápida son los principales responsables de este cambio dietético, cuyas consecuencias se pagarán más tarde. Por eso, la Fundación Española del Corazón ha querido dedicar la XIII Semana del Corazón, que ahora se celebra, a impulsar la prevención de las cardiopatías desde la infancia.
Las enfermedades del aparato circulatorio siguen siendo las responsables de unas 150.000 muertes anuales, más del 40% de todas las que, se producen, a razón de unas 400 diarias. Y también del 18% de los años de vida perdidos por fallecimientos que hubieran podido evitarse. Dentro de las enfermedades cardiovasculares, las cardiopatías son las directas responsables de cerca del 28% de las muertes.
A veces, el corazón agredido avisa de que está a punto de fallar. Pero otras veces no lo hace. Unas 50.000 personas sufren un infarto cada año en España, y de ellas, una de cada tres cae fulminada. Corazón agredido, corazón roto. El resto ingresa en un club muy especial, el de los infartados, cuyas posibilidades de recuperación dependen de lo fielmente que sigan las recomendaciones del médico. Por mucho que el optimismo mejora siempre cualquier pronóstico, el exceso de confianza puede ser fatal. Varios estudios han demostrado que un riguroso control del nivel de colesterol tras el infarto, hasta situarlo por debajo de los 200 miligramos por decilitro, reduce la mortalidad en un 40% y el número de intervenciones quirúrgicas en un 32%.
Aunque en los últimos años se ha avanzado mucho en los tratamientos de las cardiopatías y. el trasplante de corazón se ha revelado como una alternativa eficaz cuando está a punto de cumplir su 30º aniversario, cualquier tratamiento constituye de hecho un fracaso.
El de no haber evitado la agresión a ese órgano vital, cálido y colmado de metáforas que, si nada se lo impide, es capaz de latir 4.000 veces por hora, 100.000 veces al día, como un re loj perseverante y eficiente, que al cumplir los 70 años habrá latido 2.500 millones de veces y, si se ha cuidado, puede, estar aún como una rosa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.