La verdad sobre Cantabria
En carta de EL PAÍS del pasado 10 de septiembre, Juan Antonio García Pérez reclama para Castilla el título de nacionalidad histórica. Está en su derecho, pero hace también extensiva esta región (o nacionalidad) a las actuales Castilla-La Mancha, Madrid, La Rioja y Cantabria. Con ello, obviamente, confunde Castilla-región con el antiguo Reino de Castilla que, sabido es, comprendía la mayor parte de la Península.No sé qué pinta Cantabria en su esquema imperialista de una Gran Castilla cuando nosotros nunca nos consideramos ni fuimos castellanos (no más, en todo caso, que asturianos, gallegos, extremeños, murcianos, andaluces o vascos) e integrados, lo mismo que ellos, en el reino castellano-leonés. Cantabria accedió a su autonomía tras largo debate y por voluntad prácticamente unánime de sus partidos políticos y del 90% de sus ayuntamientos (el resto no se pronunció) de manera ejemplar como mandaba la Constitución, caso bien distinto de Segovia y León, integradas por decreto ley en Castilla y León haciendo caso omiso de, la voluntad popular.
La fama de Cantabria ya destacaba cuando otros pueblos peninsulares ni siquiera despuntaban.
Cantabria es una de las entidades históricas más antiguas y de más fuerte personalidad; ya reconocida con admiración por todos los tratadistas clásicos que, no en vano, dieron su nombre a un mar importante y a toda una cordillera, caso único entre todos los pueblos hispánicos. Diez siglos antes de cualquier referencia a Castilla, y más de 1.200 años de la independencia de ésta del reino leonés, ya existe constancia del pueblo cántabro independiente y soberano, gobernado por sus propias asambleas siglos antes de la existencia de las Cortes castellanas o aragonesas. Muy pocos pueblos, si es que hay alguno, en esta piel de toro con tantos derechos como Cantabria a ser calificada de nacionalidad histórica.Continúe el señor García Pérez defendiendo a Castilla (a la que siempre le han faltado buenos valedores) sin alterar por ello la verdad histórica ni menos provocar enemistades entre los distintos pueblos del Estado.-
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