Bolero
Envejecimos juntos. Gustamos de lo mismo: las muchachitas que ella cantaba y yo imaginaba. Pero bebíamos por ellas. Chavela Vargas se va: sin embargo, yo me quedo. Como decía su amigo Cantinflas -un genio, un revolucionario, un representante del "roto", un trasunto de los criados de la comedia española del Siglo de Oro, tan políticos: nunca le pude soportar, no me gustó-, "mientras el cuerpo aguante". Tuve los discos de la Vargas, y los- repetía. Tiempos en los que un disco duraba mucho tiempo y se metía dentro y su música y su letra formaban parte de uno; estamos en la sociedad de consumo instalada y los discos recién comprados, apenas escuchados, van pasando a los estantes, y se olvidan. También puede ser (es) que yo haya envejecido y las cosas me dejen surcos, como debo tener menos en el cerebro (Concha me da un champú contra la caspa, y yo no consigo convencerla de que las cositas blancas en el cuello del polo negro son neuronas que caen). Un día descubrí que mi amiga María Dolores Pradera suplía, de pronto, los valores de Chavela: la damita joven del teatro cantaba y era otra cosa, otro valor genuino. La amé, cuando era muy señorita, cuando destacaba como una llamarada blanca en el pasillo oscuro de una casa de la calle de Álvarez de Castro; pero estaba con un amigo por el que tengo fervor y admiración y cuando la volví a ver, estaba con otro amigo valioso. Nunca quise tener la educación de un gentleman; pero sí tenía la impregnación de un "gitano legítimo", como se dice en el verso -machista- de Lorca. Ah, y aunque no la hubiese tenido: ella no estaba por la labor. No necesitaba costurero.Bueno, tiempo pasado. Pero de ese pasado aparece Chavela en el escenario, que viene a decirme adiós. Lo decimos juntos, ella sin verme y yo desde mi fila de espectador y desde antes, y aún nos siguen gustando las muchachitas (¿cómo es posible que me digan que soy misógino? Qué ignorancia. O qué error de paralaje). Todo lo que aún me queda de bolero, con las palabras medio olvidadas, con las músicas internas desafinadas. Y aún me quedan, entre las circunvalaciones que se aplanan, cosas de Chavela, de Toña la Negra, de Elvira Ríos. En otras zonas de ese lado lírico y sentimental estará Patachou, o Piaf. Y todas las tangueras. "Plural ha sido la celeste historia de mi corazón", decía Rubén. Por lo menos, en los discos, en las imágenes: en la vida que no es palpable, que es la que se quiso tener en tres dimensiones.
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