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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Peregrino

He sido este verano peregrino del Camino de Santiago, y quiero dejar pública constancia de lo que para mí ha significado un gratísimo descubrimiento, por mucho que de ello me hubieran hablado: la excelente labor realizada por los hospitaleros, voluntarios que tienen a su cargo los albergues de peregrinos y que, en el sentido más literal de la palabra, cuidan de los cientos de ellos que diariamente, sobre todo en los meses estivales, pernoctan en sus instalaciones. Y no me refiero tanto a los casos por distintas causas famosos, como ElJato de Villafranca o el templario Tomás de Manjarín como a los verdaderos cuidados que otros -no tan esotéricos- proporcionan a sus huéspedes, aplicando tanto su capacidad de empatía como incluso sus conocimientos médicos a aquellos que los requieren, como en mi caso tengo que agradecer a Pilar y Rafa, de Rabanal del Camíno.

Pero estos magníficos hospitaleros se acaban en cuanto pasas el Cebreiro, quizá con la única excepción del monasterio de Samos, ,pues en la mayoría de los albergues regentados por la Xunta de Galicia son funcionarios autonómicos a quienes les están encomendadas dichas funciones, respondiendo con actitudes burocráticas a algo tan alejado a los usos de la Administración como la' atención al peregrinaje jacobeo: no suelen abrir los albergues hasta las tres de la tarde, formándose la consiguiente cola de mochilas con sus peregrinos al lado, tanto bajo un sol de justicia como si llueve a cántaros; no pernoctan ellos en el local, con lo que difícilmente podrían atender cualquier contingencia nocturna; suelen contestar con estilo administrativista a cualquier tipo de consulta. Y no es que, les crea responsables a dichos funcionarios, que en muchos de los casos hacen lo que buenamente saben o pueden, sino más bien a sus jefes, que, ignorando las funcinones que deben realizar como hospitaleros, aplican inciertos criterios de selección y una nula formación posterior, no importándoles demasiado que desempeñen estos cometidos o se dediquen a introducir datos en un ordenador de cualquier consejería.

Por desgracia, llego a la conclusión de que los monjes facundinos o los antonianos de hace 10 siglos demostraron mucha más sensibilidad para estos menesteres que los modernos gestores autonómicos de la Xunta de Galicia

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