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El gueto rumano

Los 300 refugiados del poblado de Rivas protestan por lo que, califican de acoso policial

La miseria y el odio crecen desde hace dos años detrás de una gasolinera del kilómetro 19 de la carretera de Valencia. Allí, en el término municipal de Rivas-Vaciamadrid, llegaron tres familias rumanas en 1995 procedentes de la provincia de Craovia. Atravesaron ocho fronteras hasta llegar a Madrid. Y durante ocho días dieron vueltas por la ciudad. Fatigados, debilitados, pararon en la estación de servicio. Entonces, divisaron un destartalado caserío y un antiguo matadero, ambos abandonados.Han transcurrido 24 meses y las ruinas dan cobijo ahora a 80 familias rumanas. Cada día son más en el asentamiento ilegal, según la Delegación de Gobierno. Viven hacinados y con todo tipo de estrecheces e incomodidades. Carecen de agua corriente y cocinan en hogueras. Los chiquillos, sucios y mal vestidos, corretean descalzos. La. mujeres, ataviadas en sus trajes de cíngara, con faldas de colores, acarrean bidones de agua para lavar en palanganas. En medio de este ambiente sombrío y lúgubre surgen contradicciones. Los hombres desenfundan teléfonos móviles y conducen coches de gran cilindrada. "Es que nos va bien recogiendo el cartón o trabajando por la noche descargando camiones -en Mercamadrid", agrega un joven.

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. "Dejarnos Rumania porque somos gitanos y allí hay mucho racismo. En España hay mayor libertanismo ", dice Rasis, de 35 años, casado y con cuatro chiquillos. Sonrad llegó con su mujer lona y sus dos hijos. "En mi país era mecánico y aquí vendo cartón o canto con el acordeón, pero no quiero regresar",. relata en una mezcla de italiano, rumano y español. "Remos pasado mucho hasta llegar aquí. Lo peor fue atravesar la frontera entre Eslovenia e Italia, que es la única que hay que franquear de forma clandestina", agrega.

Al llegar a Madrid, los rumanos formulan su petición de asilo,pero a la mayoría ni siquiera se la ha admitido a trámite porque consideran infundadas y carentes de datos la razones de persecución que alegan. Las familias recurren esa denegación. Con este tira y afloja consiguen posponer su posible expulsión del país.

En los últimos meses han surgido las voces de protesta contra el gueto. "Son un germen de problemas", dice un vecino de Rivas que no quiere identificarse. También les acusan de robos y pillaje en la zona. Hace unos días amaneció el viejo matadero lleno de pintadas: "Rumanos no. Fuera".

"La gente está en contra de nosotros y no hacemos nada", dice Paris, el líder de los inmigrantes. "La policía nos vigila, nos acosa. Nos cierran las fuentes cercanas y no dejan que llamemos por teléfono". El martes, dice Paris, apalearon a un compatriota.La agresión les ha alterado. Llevan dos noches revueltos, han cortado el tráfico de la N-III y amenazan con no detenerse. "Ahora vamos a protestar nosotros. Y no pararemos", anuncian.

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