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La CIA salvó la vida del Dalai Lama

Un agente secreto disfrazado de monje organizó la fuga del líder espiritual en 1959

No hace mucho, The New York Times dijo que Estados Unidos sostiene con el Tíbet y su líder espiritual, el Dalai Lama, "una relación amorosa". El periódico neoyorquino empleó la fórmula exacta. Excepción hecha de Nelson Mandela, ningún otro personaje mundial despierta aquí un cariño tan unánime. Cada vez que viene, Bill Clinton lo recíbe en la Casa Blanca, pese a las airadas protestas de Pekín, y, budistas o no, un tropel de celebridades -Richard Gere, Harrison Ford, Sharon Stone, Shirley MacLaine...- se agolpan para saludarle.

La cosa viene de lejos, según revela en su última edición la revista George, dirigida por John F. Kennedy júnior. En la portada de un número consagrado al 50º aniversario de la fundación del servicio de espionaje norteamericano, George titula: "Cómo la CIA salvó al Dalai Lama".

La historia se desarrolla en marzo de 1959, nueve años después de la invasión china, cuando grupos tibetanos apoyados por la CIA libraban una feroz guerra de guerrillas contra los ocupantes. Hasta la sagrada ciudad de Lhasa llegó el rumor de que, incapaces de detener la rebelión, los chinos planeaban secuestrar a Tenzin Gyatso, que había sido entronizado Dalai Lama a los cuatro años de edad y tenía entonces 23. Cuando unos 25.000 monjes y 30.000 civiles se concentraron en Norbulingka, el palacio del Dalai Lama, el general chino Tan Kuan Sen amenazó con bombardear a esa muchedumbre si su líder no se entregaba. El Dalai Lama buscó entonces consejo en el oráculo de Nechung.

El monje que daba voz al oráculo, Lobsang Jigme, entró en trance, gritó "Véte, véte" y garabateó en una cuartilla las instrucciones para la escapada. Lo que George revela es que la CIA era el verdadero oráculo. Sin que lo supiera el Dalai Lama, el servicio de espionaje norteamericano había transmitido al monje Lobsang Jigme el plan de fuga.

La operación fue dirigida personalmente por Allen Dulles, entonces director de la CIA, pero su autor material fue un agente que entonces tenía unos 30 años. Ese agente, bajo la protección del anonimato, ha contado la historia.Hacia las diez de la noche del 17 de marzo, después de haber dirigido las plegarias rituales, el Dalai Lama se quitó su túnica azafranada, se vistió con pantalones y abrigo negros, se puso un rifle al hombro y salió a la calle. Todo en el secreto más absoluto, puesto que los chinos tenían numerosos espías entre la multitud reunida en torno a Norbulingka. El fugitivo se alejó al pie de Lhasa y fue recogido al borde del río Kyuchi por un grupo de guerreros a caballo, en el que se encontraba el agente de la CIA. En la madrugada del 18 de marzo, el agente envió un primer mensaje radiofónico a Okinawa (Japón), diciendo que la operación estaba en marcha. El mensaje fue transmitido a Washington, donde Dulles informó de inmediato al presidente Eisenhower.Dos semanas duró el viaje a lomos de caballo del Dalai Lama y sus protectores por las montañas del Tíbet, en dirección a India. El 23 de marzo los chinos bombardearon la multitud reunida en Norbulingka; el 31 de marzo, el Dalai Lama, enfermo de disentería, pisó territorio indio. "El Dalai Lama", concluye George, "se había salvado, pero el Tibet se había perdido".

Dos superproducciones cinematográficas de inminente aparición en EE UU nos devuelven a aquellos tiempos. La primera, Kundun (Presencia), dirigida por Martin Scorsese y producida por Walt Disney, es una biografía del Dalai Lama. La otra, Siete años en Tibet, dirigida por Jean-Jacques Annaud e interpretada por Brad Pitt, cuenta la historia del alpinista austriaco Heinrich Harrer, que, tras escapar en 1944 de un campo de prisioneros británicos en India, se internó en el Tíbet y se convirtió en tutor del joven Dalai Lama.

Los dos filmes tienen problemas antes incluso de llegar a las pantallas. El Gobierno de Pekín amenaza con prohibir las actividades comerciales de Walt Disney en China si el gigante del entretenimiento sigue adelante con Kundun.

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