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Tribuna:VISTO / OÍDO
Tribuna
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El delincuente

Cada persona teme el delito que más le amenaza o que ya lo ha alcanzado, y pide que se agrave su condición, su condena, su trato al delincuente. Hasta la castración para el violador, que es una mutilación física abolida, una tortura. Y que además es inútil. Los delitos que por algunas razones especiales destacan más en una época suelen ser los que mayor venganza claman, y hasta sus víctimas pueden constituir una clase aparte, un grupo de presión. Lo son las feministas para ciertos delitos sexuales, las víctimas del terrorismo para esa especialísima lacra. Gritamos todos contra los traficantes de droga sin importarnos que el tabaco y el alcohol causan cada uno muchas más víctimas en España que la droga y las paradrogas. Llegamos en muchos casos al eufemismo en la descripción para agravar la condición de la ofensa: un delito sexual se ha convertido en "delito contra la libertad sexual", que tiene de malo la comparación con los utilizados por algunos energúmenos de la convivencia lingüística cuando hablan de acciones "contra la libertad del matrimonio hasta la muerte" por la implantación del divorcio, o "contra la libertad religiosa" para quienes no aceptaban ese tipo de enseñanzas en las clases. La negación de "delito político" al terrorismo, cuando es esencialmente un delito de motivación política.Tengo una arraigada creencia de que todos los delitos son políticos, desde el de quien roba una barra de pan hasta quien viola a una niña: delito contra el reparto adverso y deliberado & la riqueza, o desastres de la vieja represión religiosa, social, de tabúes y castigos, que pueden llevar a un hombre a una manera de demencia. El tema merecería un ensayo sobre el impulso al delito en las sociedades antiguas y modernas. Como el aire comprimido dispara algunas armas, la sociedad comprimida expulsa como hirientes perdigones a quienes no pueden resistir la represión, que puede ser tan dura como el hambre. O como el hambre sexual, que algunos ensayistas han definido bastante claramente. Y la droga, el alcohol o el tabaco son lenitivos que pueden resultar mortales, y se suele decir hasta en los tangos, que son los verdaderos poemas informativos del hombre y la mujer de este siglo.

Yo no propongo que se suprima la persecución y las puniciones de estos delitos. Pero sí que no deje de ejercerse alguna comprensión con los delincuentes y sus razones, sean como sean. Y que no se castigue más o se refuerce más un código pena] por cuestiones de moda.

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