La pistola en la sopa, señoras y señores
Los pistoleros contemporáneos de nuestros apetitos semejan a los pistoleros de siempre, en la forma y en la intención: llevan la pistola al cinto y, por menos de un quítame ese fideo, disparan. Cambia, por suerte, la naturaleza del trasto. Las pistolas de este tiempo se han travestido de teléfonos móviles. Los manojos al cinto, de llaves que dijéranse compradas al peso, portadas por nuevos ricos o por pobres con aspiraciones, ahora cohabitan con el portátil: caminan ufanos, mirando al frente, guiñando el ojo sin que cuente la circunstancia y, si advierten que el prójimo no los advierte, lo empuñan con la mano derecha o con la izquierda (unos son del PSOE y otros del PP), y para-que el mundo sepa de su aquel modernista, vanguardista e inimitable, disparan locamente, furibundos, seguros de que el futuro son sus tripas: entran en el restaurante voceando sus noticias, en el café alertan de su supremacía, en el automóvil se esfuerzan para matar al que se cruce en las curvas y contracurvas de su profesión de reyes del mambo; en el tren, en el AVE Madrid-Sevilla, la dueña de una casa de señoritas de buena compañía dio cuenta el otro día de sus poderes: "La señorita Cuqui para el Leonardo, el de la fábrica de harinas"; "oye, chata, y de la Trini dile al alcalde gordinflas que es. virgen y que la trate con mimo"...
'Pero la guerra total de los pistoleros de hoy en día ya es un hecho: en Benevento (Italia), al final de una representación teatral, el actor de Filippo hubo de recriminar a los espectadores que, durante la representación, disparaban indiscriminadamente con sus pistolas, esto es, desenfundaban sus teléfonos portátiles para advertirle a la parienta que preparara la sopa ligera de la noche o para dictar una carta a una secretaria y concretar la cita adúltera de la madrugada. El teatro se convirtió en otro teatro. Pero los bomberos no llegaron a tiempo.
La civilización del progreso tiene enemigos: pero queda Sacha (91 345 59 52), el restaurante más delicioso y recoleto de Madrid, que celebra sus 25 años, y donde se ruega no usar el portátil y donde la gloria de Pitila y su hijo Sacha consiste en ofrecer las mejores ostras escabechadas de Madrid y el arroz con setas símbolo de la exquisitez.Y hace dos semanas lo presencié: a Lucio, de Casa Lucio (91 365 32 52), un comensal de reputado apellido le solicitó un portátil, y el tabernero, sin más, lo tomó por el brazo y lo condujo a la puerta que da a la calle, donde cuelga el teléfono público.
Los pistoleros de finales de siglo es posible que sean algunos de los herederos de los machos que han sembrado la historia de España de guerras civiles cruentas. Mas el tiempo no se pasea en balde, algo hemos avanzado: la guerra civil que hoy día nos ocupa en España, con el portátil al cinto, es una guerra fría, aunque guerra con todas las de la ley.
Menos mal, gracias a los nuevos pistoleros de los que, con buenísimas maneras, ya se encargará el tiempo.
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