El pelícano domado
Lo primero que hizo Pepe Navarro al reencontrarse con la audiencia fue explicar que esa corbata elegante era que se la habían regalado. Pero fue pareciendo, según se desarrollaba el programa, que también el cuidado de la ropa se oponía, como un nuevo emblema, al pasado reino de los trapos sucios. La sonrisa del pelícano es, como dice su título, más suave y cordial que el salvaje intento de atravesar las fauces del Mississippi. No es necesario acercarse equipado desbaratadamente ni tener el espíritu dispuesto para los acuchillamientos, las carnicerías y las oleadas de degradación.De buenas a primeras, y más teniendo en cuenta la expectación creada sobre su novedad, La sonrisa del pelicano es como una segunda edición del Mississippi. Su otra orilla donde la pugna se dulcifica y se respira una blanda ventolada de paz. Vuelven los mismos personajes. Salió Perote y salió Mario Conde, por ejemplo, pero ambos en funciones bañadas por asuntos dulces, al punto de que el coronel del Cesid servía para investigar la muerte de Diana de Gales y Conde, el terrible, acababa disuelto en los arpegios de una canción de amor.
Una peculiar condición de Pepe Navarro es que transforma con la eficacia de un demiurgo a ricos personajes en pobres personas y a las personas, a fuerza de moverles los entresijos, en guiñoles del show. Con ello demuestra su gran poder de conductor del espectáculo, pero al cabo la repetición de su potencia consigue anular la posible condición cimarrona de la acción. Ayer, Perote ofrecía la sensación de un ser ya usado hasta la extenuación y Conde daba a entender que mientras se le arrugaba ese traje mal cosido tenía arruinada su antes enérgica atracción.
El ambiente estaba tan reblandecido que efectivamente cuando llegó Carmen Maura como una antigua amiga diciendo que venía a desearle suerte en su nueva trayectoria todos la creímos muy sinceramente y cualquiera habría podido asegurar que, desde luego, no estaba allí por nada más. Con tanto tiempo y medios que dicen haber tenido para realizar este programa, el efecto fue sin embargo equivalente a una última cosecha ribereña del Mississippi. Unos fragmentos de un reportaje sin tino sobre raperos neoyorquinos y las entradas o salidas del ángel astroso -muy soso-, más el caso del muñeco electrónico que dejó la vista su vergüenza técnica junto al relieve de su ropa interior, completaron esta primera entrega.
Al cambiar la emisión, a su final, en la cadena rival de Tele 5 estaban nada menos que Felipe Alcaraz y Diego López Garrido discutiendo sobre Izquierda Unida -¡a la una y media de la madrugada!- ante la mansedumbre de Sardá. Es pronto para ver cómo discurrirá uno y otro espacio rivales, que, con sus diferencias, no habrán de perderse ojo en los temas, los tempos y los modos. Si Sardá ha comenzado desde Marte con los atropellamientos de otro mundo, Pepe Navarro no denota haberse movido un palmo del suyo. Con un añadido: el pelícano se agita, por el momento, menos; no grazna, no salpica y Pepe Navarro pudo lucir una corbata de seda por allí.
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