El Celta maltrata al Betis
Irureta ha cambiado la imagen de un equipo que mereció más goles
No es el Celta el equipo que los domingos viste de celeste en Balaídos. No queda ni rastro del grupo amargado e insulso que el año pasado evitó el descenso en el último partido. Los jugadores vienen a ser los mismos, así que cabe suponer que las apariencias engañan y este grupo, que en tres partidos ha sumado siete puntos y ha resistido ante Zaragoza, Espanyol y Betis entre olés de la afición, se denomina Real Club Celta. Solventado el equívoco, Balaídos presiente que este año puede. pasar algo grande, por primera vez tras una larga travesía del desierto. La transformación del equipo de Irureta es tal que se permitió ayer maltratar al Betis, un grupo que el año pasado ingresó en la lista negra de Balaídos por su desesperada forma de eliminar de la Copa a los de Vigo. Se sirvió el Celta. una dulce venganza, sólo empañada por un resultado que la hinchada interpretó como corto. El Celta practica al fin un fútbol a la altura de sus jugadores.El juego del Celta gira ahora en tomo a Mostovoi, un futbolista de los grandes. Su protagonismo ahora es total en ataque. Cada vez que recibe un balón, Balaídos espera que algo grande suceda y normalmente no se equivoca. Había avisado en varias ocasiones, cuando a la media hora de partido recibió un balón al borde del área y de espaldas a la portería. El ruso retuvo la pelota a la espera de apoyos y vio llegar a Karpin, que marcó de un disparo ajustado al palo.
El gol certificó la superioridad del Celta, y también la dependencia que sufre de su centro del campo. Los delanteros no hacen goles, mala cosa. El runrun de la grada que tiene que aguantar Gudelj temporada sí y otra también pareció ayer más justificado que nunca, y la confianza que Irureta deposita en Revivo resulta excesiva para un jugador que sólo maneja una pierna. La derecha para el israelí no existe, y eso le obliga a complicadas piruetas para utilizar su, eso sí, hábil zurda. La espera por Cadete se hace larga.
El Betis se confundió de banda y salió mal parado ya del primer tiempo. Luis Aragonés cargó el juego por la izquierda, y se encontró con Michel Salgado y Karpin, mientras Finidi permanecía inédito en el lado contrario. La posesión de la pelota fue siempre para el Celta, que entre sus nuevas virtudes ha incluido la presión.
Durante muchos minutos el partido transcurrió en vertical, y eso lo dotó de velocidad. El Betis, reducido a su pesar a un solo carril, y el. Celta entrando por los dos. Fueron muchos minutos de auténtico fútbol. Resultó más igualada la segunda mitad, porque los verdiblancos encontraron huecos por la zona de Djorovic. El técnico celeste le encomendó el lateral izquierdo, una ubicación comprometida para sus características de central, y cuando Alfonso o Finidi cayeron por su banda el Celta pasó apuros. Llevó al menos la iniciativa el equipo de Luis Aragonés tras el descanso, pero de la dura batalla de sus delanteros con la zaga celeste salió casi siempre perdiendo.
En favor de la propuesta del Betis jugó la presión a la que sometió a Mazinho, pero ocurre que el Celta ahora ha perdido la dependencia que el curso pasado tenía del brasileño. Incluso un defensa como Michel Salgado inquietó a la arriesgada línea de tres defensas que colocó Aragonés.
El partido se tomó bronco, apasionado, con el recuerdo de la semifinal copera y con Balaídos de uñas contra Mejía Dávila, un enemigo del espectáculo. Resistió el Celta, ordenado en ataque por Mostovoi, un jugador definitivamente reconciliado con la grada y autor de la asistencia que permitió a Sánchez certificar la superioridad celeste.
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