Los inventores
La humanidad, al menos la humanidad madrileña, ha tardado 20 siglos en descubrir el billete único de autobús y metro, que se pondrá en circulación a primeros de octubre: de forma experimental, se entiende; aún no sabemos si el llamado metrobús produce efectos secundarios, por lo que quizá debería aplicarse previamente a presos de larga duración, a cambio de una reducción de la pena, claro está, o bien a personas desahuciadas a las que, en el peor de los casos, no llevaría a ningún sitio. En principio, su puesta en marcha estaba prevista para 1993, pero las dificultades de todo orden con que han tropezado sucesivamente las autoridades municipales y autonómicas no lo han hecho viable hasta el momento. Ya veremos qué pasa, pues los responsables del hallazgo insisten siempre que hablan de él en su carácter experimental. Desde luego, se desaconseja su empleo en mujeres embarazadas y en lactantes, pues, aunque no se ha podido demostrar el paso de sus sustancias. a través de la leche o de la placenta de la madre, no se descarta que produzca efectos indeseables sobre el bebé o el feto, respectivamente. Este medicamento afecta a la capacidad de conducción, por lo que, una vez ingerido, lo más práctico es dejarse llevar.Decimos todo esto por decir, pues lo cierto es que tampoco se nos ha explicado todavía si debe administrarse por vía oral o intramuscular. Pero las reservas continuas con que ha sido recibido por el propio alcalde, Álvarez del Manzano, que debería haber sido su principal impulsor, hacen temer que su utilización no sea tan inocua como algunos pretenden. Si durante un viaje con esta clase de billete múltiple fuese usted víctima de confusión, visión borrosa, somnolencia, aturdimiento, temblores, insomnio, nerviosismo, alucinaciones u otras molestias, exija que le den el billete de toda la vida y déjese de historias. A ver si con tanto progreso nos da algo que no teníamos.
Entretanto, parece que la humanidad, al menos la humanidad madrileña, ha descubierto también el modo de que funcione el reloj de la Puerta del Sol como Dios manda. El problema es que en España no hay relojeros analógicos, sino que todos son digitales, en el sentido de que han de ser escogidos a dedo, como los presidentes de la Telefónica. El último relojero digital encargado de mantener la maquinaria analógica de este cronómetro emblemático es un helvético llamado Philippe Pellaton. Enhorabuena: acabamos de descubrir al relojero suizo. Ya tenemos metrobús y reloj, todo con carácter experimental, se entiende. Si no aparecieran contraindicaciones importantes, el día 31 de diciembre podríamos llegar a la Puerta del Sol con el billete único y comernos las uvas con Pellaton, incluso con Casera. Todo este horizonte investigador les parecerá a algunos algo pobre. De acuerdo, pero los experimentos, ya se sabe, con gaseosa.
Ahora habría que inventar el modo de que los mozos no murieran en los encierros ilegales de los pueblos (en los legales, allá ellos), o al menos que fallecieran también de un modo experimental, para que podamos utilizarlos varias veces. No se trata, desde luego, de limitar la libertad del toro ni la de los jóvenes, sino de canalizarlas adecuadamente para no ponernos unos y otros en vías de extinción. Precisamente, un grupo de personas preocupadas por la naturaleza acaba de denunciar que los últimos linces y águilas imperiales de Madrid se encuentran en peligro a causa de las autovías, los campos de golf y los complejos hoteleros diseñados para el suroeste de la región. Esto es casi tanto como decir que hemos inventado la ecología. O sea, que el metrobús, el reloj suizo y, por si a los envidiosos les pareciera poco, el medio ambiente: no paramos.
Ahora sólo nos falta inventar la pólvora, que tampoco es tan difícil: basta con mezclar un poco de salitre, azufre y carbón en las debidas proporciones. Eso sí, conviene ponerse unas gafas protectoras, por si el compuesto estalla durante su manipulación. Pero eso también le puede pasar al metrobús: de hecho, ha reventado varias veces desde que fuera concebido, hace casi un lustro. Allá vamos.
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