La armonización fiscal empieza a abrirse camino
W. O.La posibilidad de que en el futuro haya una mayor armonización fiscal en la Unión Europea empezó ayer a abrirse camino. Ha sido precisamente en Luxemburgo, el más controvertido paraíso fiscal de la UE, donde los Quince han dado un fuerte impulso a esta idea. Un compacto grupo de países (Italia, Francia, España, Portugal, Austria y Grecia) apoyaron abiertamente la cuádruple propuesta del comisario Mario Monti.
Se trata de acordar un código ético que limite las actuales distorsiones en el impuesto de sociedades y progresar en la armonización de otras tres áreas distintas: la retención al capital en la fuente, los intereses en las transacciones transfronterizas y ciertos aspectos de la fiscalidad indirecta (IVA).
Todos apoyaron la necesidad de acabar de algún modo con la competencia fiscal en el interior de la Unión. Una competencia que acaba provocando el descenso de la imposición en el capital pero gravando la fiscalidad sobre el trabajo. Los Quince acordaron concentrar sus esfuerzos en los dos aspectos más polémicos: sociedades y retención en la fuente.
Hubo un avance porque países que mantienen el secreto bancario y se oponen a armonizar esta fiscalidad empezaron ayer a ceder. Se trata del Reino Unido, "que estuvo más abierto que otras veces aunque aún no ha tomado una posición definida", según el ministro italiano de Finanzas, Vincenzo Visco.
Pero sobre todo de Luxemburgo, que ha admitido sobre la mesa lo que su primer ministro Jean Claude Junker ya había proclamado ante los medios: estudiar el problema fiscal, sí, pero en su conjunto. El Gran Ducado se lleva la fama de la oveja negra porque capta enormes sumas de ahorro europeo amparándose en el secreto bancario y en su nula retención en la fuente. Pero también ha sufrido en carne propia otras cosecuencias de la competencia fiscal, como la fuga de empresas tan emblemáticas como la aérea Luxair, que ha decidido trasladar su sede social a Holanda por razones fiscales.
Los ministros dieron su apoyo a un código ético que evite las distorsiones en materia de impuesto de sociedades. De momento se quedará en eso, en un catálogo político voluntario y sin fuerza jurídica, aunque países como Francia preferirían que con el tiempo acabara cristalizando en una norma. Eso sí, lo bastante laxa como para tener en cuenta que no todas las empresas se mueven en el mismo entorno económico y evitar "una europeización del impuesto", según su ministro Dominique Strauss-Kahn. Y acordaron seguir trabajando en el problema de la fiscalidad sobre el ahorro, un asunto mucho más delicado y cuya solución requiere algo más que una declaración de intenciones.
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