"El Lute" se cobra una victoria en Jerez
Züle, momentáneamente cortado en un abanico provocado por el Festina Guidi, nuevo líder
Regreso al pasado. Un español de la estirpe de los trabajadores modestos, de los condenados al sudor sin éxito, gritó ayer bingo en Jerez. Eleuterio Anguita, El Lute para los amigos de Fuenlabrada, fue el hombre, casi no podía ser otro, encargado de unir la línea rota del ciclismo español. La última etapa en línea de la Vuelta ganada por un español fue la de Marino Alonso en 1994. Después, en 1995, Abraham. Olano ganó tres contrarreloj el signo de la modernidad. La victoria de El Lute es así el reencuentro con las raíces. Y una demostración más de que el nivel de combatividad de la ronda española depende sólo de los equipos españoles. Y el nivel de calidad, sea cuál sea. Por lo menos el de los sprinters.Para que Anguita, un corredor de esos llamados completos porque hace de todo y no destaca en nada, pudiera alcanzar la felicidad con un triunfo inesperado tuvieron que darse un par de circunstancias. La primera, la torpeza del hasta ayer líder, Lars Michaelsen. Los demás corredores van a empezar a huirle. No sabe dominar la bicicleta a la velocidad con que se entra en el último kilómetro. Cualquier curva es un peligro para sus cercanos. En Vilamoura provocó una caída centrífuga; ayer repitió a la puerta del palacio Domecq, a poco más de un kilómetro para la llegada. Quizás sea el destino que le ha elegido a él para cumplir sus designios, porque la caída en esa curva estaba prevista. De hecho, los comisarios atrasaron unos centenares de metros la zona del último kilómetro -la zona en que a los caídos o averiados se les acredita el mismo tiempo que al primero del pelotón en que marchaban- sabedores de que había, grandes probabilidades de que se produjera. Allí, Michaelsen -empujó a Balducci, Leoni, Muñoz, Raimondi, Koerts, Di Basco y Chanteur. Allí la marcha quedó en suspenso. Allí aprovechó Anguita, el mejor colocado, para saltar como un poseso y adquirir unos metros que los demás fueron incapaces de neutralizar. de ello también se aprovechó el italiano Guidi para hacerse con el liderato.
La otra circunstancia fue la falta de llegadores importantes que sufre la Vuelta y la consiguiente falta de trabajo ordenado por parte de los especialistas en su lanzamiento. Ningún equipo asume la responsabilidad de preparar un sprint. Todo es una jaula de grillos. Porque la etapa, llana y calurosa, fue tensa. De principio a fin. Son días odiados: cualquier novedad es siempre negativa. Miedo. Como el que pasó Zülle. Marchaba por delante escapado Claus Moller y el Festina se puso a tensar la cuerda. Faltaban unos 20 kilómetros para la meta. La mayoría interpretó que se trataba simplemente de coger al escapado. No así los del Banesto, que tomaron posiciones detrás de un Stephens que tiraba desaforadamente del pelotón. De repente, al salir de una curva, el viento comenzó a soplar de costado. La hilera interminable en que se había convertido el pelotón se fracturó en tres grupos. Zülle se quedó en el segundo grupo. Afortunadamente para el suizo, poco después otra cerrada curva cambió el enfoque del viento. La calma volvió.
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