Nostalgia de Rivaldo
Pobre imagen del Deportivo, que no pudo con el recién ascendido Mallorca
Un jugador como Rivaldo no se olvida pronto. Y menos cuando él solo había permitido salvar una temporada discreta. Las imágenes que llegan desde Barcelona no hacen más que alimentar, entre la afición, la nostalgia de Rivaldo y la melancolía de un equipo que se ha quedado desnudo. Sin su gran astro, el Deportivo se ha vuelto un conjunto anodino y predecible, sin pegada, sin brío y -lo que es peor, tratándose de un grupo plagado de brasileños-, sin magia. Ningún otro, ni siquiera Djalminha, parece capaz de llenar el hueco del llorado Rivaldo.El partido dejó la sensación de que la pretemporada con los nuevos fichajes no ha sucedido nunca. Con el campeonato recién estrenado, el Deportivo mostró en Riazor la misma pinta de languidez y desidia que ya había exhibido en el tramo final de la pasada campaña. Pero entonces estaba Rivaldo, capaz de enmascarar todas las miserias en un simple parpadeo. Sin los aceites del brasileño, el Deportivo ya no puede ocultar su raquitismo.
Fascinados por las virguerías de la tierra de la samba, tal vez hayamos olvidado que de esos parajes también se pueden importar defectos. Cualquiera ha visto alguna vez, en algún ignoto torneo de verano, uno de esos equipos brasileños que se apoderan de la pelota, la adormecen tocándola en el centro del campo y aburren hasta a las ovejas sonámbulas. En eso exactamente parece haber degenerado este Deportivo de millonarias ilusiones. Los blanquiazules son una suerte de "equipo noria": dan vueltas sin cesar y sin objetivo aparente. Ayer tardaron 27 minutos en tirar a puerta y, para entonces, el público ya oscilaba entre el bostezo o el silbido.
El Mallorca, un recién ascendido, confirmó que las ideas parecen haber evolucionado positivamente en esta nueva edición del campeonato más manirroto de la galaxia. Aún asumiendo que su suerte se decidiría al contragolpe, el Mallorca tuvo el buen gusto de no amurallarse, de salir con dos puntas, de bajar el balón al piso. En una palabra, de intentar jugar al fútbol, no a algún trasunto apestoso. Resistió sin problemas las débiles acometidas del Deportivo y se aprovechó de que la defensa coruñesa estaba también descosida por la ausencia de Helder. A la primera pifia de Ramis, Moya clavó el gol con un taconazo muy lucidito.Iván Campo regaló el empate al Deportivo a los 20 segundos de la reanudación y Carlos Alberto Silva se enredó en una ruleta de cambios, condicionados siempre por la imposibilidad de alinear a la vez a cuatro jugadores extranjeros. Pero más allá de un par de tumultos en el área, el Mallorca apenas vio peligrar el resultado. Los últimos minutos fueron electrizantes: Bassir falló ante Kike e inmediatamente después Naybet salvó un balón sobre la línea. El público, malhumorado y sin Rivaldo, no encontró mejor consuelo que corear el nombre de Bebeto.
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