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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El Papa y la juventud cristiana

He estado en verano en París. Y no estaba sola. Me acompañaban un millón de jóvenes que, como yo, habían viajado hasta la capital de Francia para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud convocadas por el Papa. Jóvenes de diferentes países, lenguas, razas y culturas. Un millón de jóvenes reunidos para acompañar a un anciano. Un anciano que, aunque tenga que apoyarse en un bastón, tiene la fuerza suficiente para animar, mover y apoyar él a toda una juventud cristiana. Son muchos los que se quejan del pasotismo de los jóvenes; es cierto que pocos asisten a los mítines donde los líderes políticos inflan discursos de retórica vacía para ganar votos, pero también es cierto que viajan los kilómetros que haga falta para acompañar a este hombre de Dios que propone la oración como arma para conseguir la paz en cada alma y en el mundo.No acuden a las conferencias de grandes pensadores que traicionan sus grandes pensamientos con sus vidas, pero, en cambio, asisten en masa para escuchar el discurso de este sacerdote que vive con coherencia lo que predica. Cada vez van menos a los conciertos donde ídolos musicales proponen como ideal el "disfruta lo que puedas", pero, sin embargo, aplauden a Juan Pablo II cuando éste proclama el valor del sufrimiento por amor.

Este anciano Papa da a los jóvenes la fuerza que muchos en el mundo no son capaces de darle. Les propone ideales nobles por los que vale la pena dar la vida. Y además va por delante.

El Papa es capaz de sobreponerse, de desafiar a la edad, de vencer el cansancio y la enfermedad para encontrarse con el resto de los hombres. Era impresionante escuchar los aplausos que seguían a cada golpe de tos del Papa. Unos aplausos de ánimo, de agradecimiento, porque el Papa quiere entregar el resto de sus fuerzas a los que, a pesar de ser jóvenes, a veces les falta el ánimo, la fe y el coraje necesarios para vivir como verdaderos cristianos del tercer milenio- .

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