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¿Retorno a Aristóteles?

Pensadores de todo el mundo debaten en Tesalónica la relación de Aristóteles y la ciencia contemporánea

Víctor Gómez Pin

En Tesalónica, Capital Cultural Europea del presente año, el comité responsable de los actos, en colaboración con la universidad de la ciudad, ha convocado a más de 100 pensadores del mundo entero que desde hoy y hasta el 4 de septiembre debatirán sobre Aristóteles y la ciencia contemporánea. Una de las jornadas tanscurrirá en la vecina Estagira, lugar natal de Aristóteles.En la lista de conferenciantes invitados abundan las personalidades que es imposible clasificar meramente de filósofos o de científicos, porque son indisociablemente ambas cosas. Tal es el caso de H. Putnam, presidente de honor del congreso, o de René Thom, medalla Field de Matemáticas y un largo etcétera. El temario del encuentro abarca aspectos que van desde la mecánica cuántica a la biología pasando por la psicología y el lazo entre ética y conocimiento científico... Todo ello en relación con la obra del pensador de Estagira.

La evidente fascinación por Aristóteles que el título mismo de las ponencias deja entrever y ese peregrinar, repleto de carga simbólica, a la patria física del pensador no dejará quizá de sorprender. Pues si la concepción aristotélica del mundo representó durante largo tiempo la ortodoxia, sabido es que a partir del siglo XVI tal concepción fue poco a poco sustituida por otras más acordes con descubrimientos científicos determinantes, que han marcado la época moderna. Es pues lógico preguntarse: ¿Qué interés tiene el pensamiento de alguien que afirmaba que la Tierra permanece inmóvil en el centro del cosmos y que las especies no están sujetas a mutación? Cabría, de entrada, responder con las palabras del premio Nobel de Física E. Schrödinger para quien el enorme peso de los pensadores griegos no reside en lo que dicen respecto a tal o cual problema, sino en el hecho mismo de haberlo planteado. Los griegos habrían sido, en efecto, los primeros en estimar que nuestra condición y nuestro entorno natural son susceptibles de ser razonalmente comprendidos. Lo cual equivalía a reconocer que esta comprensión aún no se daba, que las explicaciones más o menos míticas hasta entonces imperantes no les parecían convincentes; equivalía, en suma, a considerar que las cosas iban funcionando sin que supiéramos muy bien por qué. Nada extraño, pues, que cuando las geometrías no euclidianas, la física cuántica y el arte contemporáneo desbaratan algunas de las premisas de nuestra visión del mundo, nos reconozcamos en aquellos griegos que, en la misma situación de perplejidad, apostaron por salir de ella.

Mas en el caso de Aristóteles hay razones más concretas desde el punto de vista del trabajo actual de la ciencia. Llama así poderosamente la atención el número de ponencias de este congreso en las que parece reivindicarse la concepción aristotélica que repudia toda idea de un espacio vacío e infinito; idea ésta que, por el contrario, consitituye la premisa indiscutida de toda la mecánica newtoniana, empezando por su teoría de la gravitación o acción a distancia. La irracionalidad filosófica de esta acción a distancia era admitida por el propio Newton, al escribir que no tenía ni idea de por qué los cuerpos se atraen y que su ciencia se limitaba a describir cómo se atraen. No es pues de extrañar que el aristotélico horror al vacío haya tenido numeroso! simpatizantes en la tradición científica y racionalista, Einstein entre ellos, quien interpretando las ecuaciones de Maxwell escribe que no hay propiamente vacío porque "no hay espacio sin campo".

Pero conviene insistir en que el interés de Aristóteles no reside en lo más o menos acertado de ciertas respuestas, sino en los problemas mismos que plantea y sobre todo en la manera de vincularlos como partes de una exigencia de lucidez global. Una de las ponencias del congreso vincula la concepción aristotélica de espacio y tiempo no ya con Einstein sino también con Leibniz. Este último pensador afirmó en cierta, ocasión: "Hay dos célebres laberintos en los que a menudo la razón se extravía... El primero es el del origen del mal; en el segundo se discute sobre la continuidad y los indivisibles y entra en juego la consideración del infinito". Pues bien: Aristóteles escribió un libro de ética que es quizá el más célebre de la historia del tema y un libro de física centrado en los aspectos que Leibniz menciona. Este reencuentro con el pensador de Estagira permitirá quizá recordar que una reflexión ética auténticamente filosófica no separará la cuestión del mal de las cuestiones científicas. Y ello simplemente porque en estas últimas se halla en juego la intelección de lo que nos rodea y el que tiene preocupaciones éticas (el niño que se pregunta por el origen del mal) es porque tiene exigencias de transparencia y de razón. Pues insatisfechos en la niebla "todos los humanos por genuina disposición aspiran a la lucidez", escribió el filósofo que celebramos.

Víctor Gómez Pin es catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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