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Tribuna
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Cosquillas

Madrid está más seria que Soria, dicho sea sin señalar a Siria. Dolida con su lamentable estado, la capital acudió al ambulatorio de Guadarrama y le lloró al galeno de turno: "Señor médico, que no me encuentro bien". El doctor Utrilla jr. se atusó la calva y replicó: "Búsquese usted mejor, señora, y en vez de hacer tanta gimnasia cerebral haga usted el oso, como su escudo. Y Madrid cogió y se subió al madroño para otear los desparrames del foro.Pero la cosa no es sencilla. El vulgo sólo habla de balompié" de escisiones en la izquierda razonable y de puñaladas digitales. Un muermo sin adjetivos sedantes. Madrid se planta ante el espejo: "Aquí hace falta reírse mucho más con carcajada honesta, embriagadora, cordial, comunicativa y sauria, como la del alcalde y la del presidente del Gobierno de la nación (también sonríen de forma inefable Pujol, Arzalluz, Núñez, Joan Gaspart, Alfonso Guerra, Anguita y otros jugadores veteranos)".

Y entonces Madrid peregrina hasta la estatua de la soberana Isabel II, mujerona notable por sus regias alegrías y su afición a los guardias de corps y a todo tipo de soldadescas. La reina Isabel le dijo a Madrid: "Tú eres lista, Evarista, villa mía. Te comunico que las traducciones de la Biblia están erradas. La mujer no salió de una costilla de Adán sino de una cosquilla. ¡Ay qué risa, tía Felisa! Por eso somos tan graciosas nosotras". Y Madrid, perpleja ante el descubrimiento, esbozó un amago de sonrisa y se fue a pasear por la calle de Alcalá con la falda almidoná.

En la confluencia con Gran Vía se topó con La Violetera, una de las estatuas más horteras del mundo, tan hortera tan hortera, que casi impulsa a la ternura. Y a Madrid le dio un ataque de risa porque La Violetera es medio enana, narizotas, estropeada, vandálica, improcedente y a todas luces impropia frente a la Cibeles, nada menos.

Y ya puesta en plan estatutaria, Madrid se acercó, achulapada, a la Mariblanca, de quien el vulgo piensa que es una virgen, pero en realidad es la diosa Venus, patrona de las partes bajas. ¡Ay qué risa!

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