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Los mínimos le bastan al Barça

Los azulgrana, con un juego indolente, ganan en Riga y obtienen el pase europeo

Àngels Piñol

El Barça dejó atrás el precipicio. El pase a la Liga de Campeones está en el saco. Los azulgrana ganaron en Riga y lanzaron ayer el mayor de los suspiros. No podía ser de otra forma: por historia, por prestigio, por futbolistas, por entrenador, por presupuesto. Nada encajó de entrada con esos clichés. Sufrió el Barça en la primera mitad como si estuviera salvando la categoría, con una angustia digna de promoción. El suplicio duró casi una hora: Anderson hizo honor a la misión de suceder a su antecesor. brasileño y esta vez marcó.El gol puso al Barça y a la historia en su sitio. Pero no deberían haber pasado los azulgrana tantos apuros para dejar en la cuneta a un equipo de apenas 300 socios y fundado en esta misma década.

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Van Gaal puede darse por satisfecho: toda la pretemporada la enfocó para ganar esta eliminatoria y ha superado la apuesta. No perderá el crédito del Camp Nou y ha driblado vivir un año entero en el infierno. Los jugadores no permitieron esta vez que se repitieran los fallos del Bernabéu. Pero no les esperan días fáciles: el Barça volvió a ser tan inocente y con tan poca alma como ante el Madrid.

El equipo mejoró en la segunda mitad, pero el domingo le aguarda la Real y no el Skonto, que en la Liga española tendría problemas para estar en Primera. El Barça volvió a presentar un aspecto difícil de entender. Van Gaal había dicho que no renunciaría a su estilo de juego, pero colocó esta vez a una defensa prácticamente integrada por cuatro hombres. Amor se estrenó ayer en el lateral derecho, Nadal se colocó en el centro y Sergi, en la izquierda. Guardiola parecía actuar de 4, algo más adelantado, pero acabó por completar la defensa en línea. Reiziger vigiló a Babichev, el hombre más peligroso de los letones, y delante estuvieron Ciric, Anderson y Figo. El Skonto, aupado por sus 12.000 aficionados, intentó pronto pasar a la historia. Un rapidísimo contraataque, que salvó Guardiola, anunció en seguida cómo pintaría el partido. Los letones, con un fútbol rudimentario, se pertrecharon atrás en busca de una carrera letal de Astafiev y Milcholap. El encuentro fue un calco de los últimos del Barça.

Los azulgrana movieron el balón, lo tocaron, lo pasaron, lo volvieron a mover... Y vuelta a empezar. Siempre la misma película, que una y otra vez se estrellaba en la tela de araña letona. Control, sí, pero sin eficacia alguna. Un juego en punto muerto. Ni Ciric ni Figo superaban sus uno contra uno; Anderson dobló la rodilla ante la zaga y Giovanni también patinó, aunque rozó el gol en un córner. Los brasileños buscaron paredes sin éxito. Y los balones por alto acabaron irremisiblemente en manos de Kolinko.

Poco más. La eliminatoria peligró más por la indolencia del Barça que por el fútbol del Skonto. Los espacios atrás asustaban, y Mikhalop, nada más iniciarse el segundo tiempo, dejó claro por qué: aprovechó un rápido contraataque y chutó cruzado, con Hesp ya superado. Quiso imitar a Raúl o Seedorf, pero se quedó en eso, en una tibia imitación.

El aviso, sin embargo, revolucionó el partido: tres minutos después Figo centró templado y Anderson, sin detener el balón, chutó y marcó. La única ocasión clara fue gol. A partir de ahí, el delirio azulgrana y el adiós de los letones. Los jugadores se abrazaron y Van Gaal, hasta entonces impertérrito, saltó del banco para celebrarlo. Casi como si hubieran ganado medio título. Había demasiado en juego.

El banco se movió: Ferrer reforzó la defensa y Hesp dejó de pasar apuros. Hasta Stoichkov, que puso la chispa, ayudó a controlar. El Barça se dedicó a contemporizar, dejar pasar el reloj sin perder la concentración pese a que tenía dos goles de ventaja. Nadie pedía más. No pasará lo mismo dentro de 15 días cuando la Liga de Campeones vaya ya en serio.

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