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FÚTBOL SUPERCOPA

El Madrid noquea al Barça a la contra

El equipo de Heynckes hizo un ejercicio de puntería frente a los azulgrana, que acabaron rotos

Santiago Segurola

En un ejercicio de energía, contragolpe y precisión, el Madrid tumbó al Barça, que salió noqueado de Chamartín. Y eso siempre tiene consecuencias muy graves en un club que vuelve a padecer un estado de hipersensibilidad, afectado por dos síndromes capitales: la sucesión de Cruyff y la orfandad que produce la ausencia de Ronaldo. El resultado fortalece las expectativas del Madrid, que jugó a medias, con más agresividad que clase. Pero aprovechó las deficiencias defensivas del Barça en cuatro contragolpes de manual y con un jugador que estuvo varios cuerpos por encima de los demás: Raúl.Como la intensidad se supone en cualquier Madrid-Barça, había que medir la categoría del juego en dos equipos que han comenzado la temporada entre dudas. Por cierto, no se despejaron. El Barça apuntó algunas cosas interesantes, como si empezara a definir su estilo. Jugó con el viejo dibujo de Van Gaal: tres defensas que hicieron marcas individuales -Ferrer con Mijatovic, Sergi con Suker y Reiziger de escobero-, el rombo en el medio campo y los extremos en las rayas para abrir el campo. Lo más novedoso fue el regreso de Guardiola a su hábitat natural como medio centro. Por momentos, de manera discontinua, más espuma que consistencia, el Barça hizo valer su mejor uso de la pelota frente a la intempestiva propuesta del Madrid, que jugó pasado de vueltas, todo energía, demasiado desesperado.

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Roberto Carlos representó perfectamente el perfil agresivo de su equipo. Se jugó la vida en cada mano a mano con Figo, tackle va, tackle viene, con el inaudito permiso del árbitro. De Roberto Carlos para abajo, varios jugadores madridistas entraron en una dinámica violenta que contaminó el partido. Para el final del primer tiempo, los dos equipos estaban enzarzados en un partido tumultuoso, difícil de digerir desde el punto de vista futbolístico.

Heynckes tuvo el generoso gesto de probar a Guti como medio centro. Pasó desparcecibido en un partido incomodísimo para los académicos. Todo fue trabado, inconexo, entre espasmos. La tentativa racionalista del Barça se esfumó en medio de la guerra. Si alguna virtud tuvo el estilo inopinada mente físico del Madrid, fue sacar al Barça del fútbol que quería. Porque el Madrid apenas utilizó a sus centrocampistas, no hizo tres pases seguidos y tiró enseguida por la vía directa. A la manera que pregonaba Capello, los pases fueron largos y diagonales, en busca del uno contra uno frente a los defensores azulgrana. La cosa apenas funcionó. En unos casos porque, Ferrer y Sergi anduvieron rápidos y con reflejos, en otros porque Suker volvía a mostrarse espeso, sin capacidad para el desborde, como le ocurre en los últimos tiempos.

Como la batalla se impuso al fútbol, el Madrid sacó el crédito que quería. Poco a poco, el juego se empantanó en las trincheras, sin nada interesante que ofrecer. Había duelos emocionantes y terribles, como el de Figo y Roberto Carlos, o Ferrer y Mijatovic, pero el fútbol se perdía por el sumidero. A falta de un buen guión, las oportunidades surgieron de un cierta tendencia caótica. Raúl, con un excelente regate de cuerda, estuvo cerca de marcar, lo mismo que Giovanni tras un falta ejecutada por Guardiola y bien interpretada por Anderson en el segundo palo. Pero lo habitual era el conflicto y la falta. Por eso, el gol de Raúl fue uno de los escasos detalles de buen gusto en el duelo.

Raúl resolvió con la categoría que le caracteriza un excelente pase de Karanka, que leyó el desmarque del delantero y metió la pelota a la espalda de los defensores del Barça. En ese pase se advirtió una de las mejores cualidades del nuevo central madridista: se incorpora con serenidad al medio campo y dispone de un buen desplazamiento del balón. El control de Raúl fue estupendo y la resolución, perfecta. A la esquinita.

Eran los últimos instantes del primer tiempo. Para entonces, el Barça estaba en un periodo de depresión. Había perdido la pelota y su ineficacia en el juego de ataque era palmaria. La primera incursión seria por la banda se produjo en el comienzo del segundo tiempo, con un regate explosivo de Figo a Roberto Carlos y el centro, que fue detenido por Cañizares. El partido estaba definido por el primer gol de Raúl: el Madrid se metió atrás y confió en el contragolpe. El Barça se vio obligado a remar en mala mar.

El desplome azulgrana en el segundo tiempo fue estruendoso. No tuvo ni ideas, ni pegada, ni nada. Pareció un equipo indefinido, entristecido, pendiente de alguien que le sacara del agujero. Ese hombre no estaba en Chamartín. Está en Italia. Se llama Ronaldo. El Barça ha perdido al futbolista más determinante del mundo, un error de proporciones históricas que de ninguna manera resolverá Anderson, ni fichajes desesperados como el de Rivaldo.

El Madrid machacó en cada uno de sus contragolpes. Tiró cinco y metió cuatro, entre el delirio de la hinchada, que pedía cinco goles. Y pudieron llegar. Todos los goles fueron idénticos: contras instantáneas frente a una defensa muy vulnerable. Reiziger fracasó en su trabajo de taponar las llegadas de Raúl y Seedorf, que aparecieron como tiros en las jugadas del segundo y cuarto gol. Raúl estuvo particularmente activo, levantado por el contagio emocional que producen los goles. Después de un verano discreto, Raúl volvió donde solía. Fue de nuevo el futbolista ganador, dinámico y contagioso. A su estela se unieron poco a poco los demás, en la misma medida que los jugadores del Barça se consumían hasta la tristeza más infinita.

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