Esos desconocidos
A veces no conocemos en profundidad el pensamiento y la realidad de las conductas de nuestros propios hijos. Bien es cierto que los hijos en muchas ocasiones no conocen el sentir íntimo de sus padres. No deja de ser una paradoja para quienes no hace tanto éramos jóvenes. Y es que los niños, los adolescentes, son en sí mismos una identidad, no son adultos pequeñitos o un proyecto, tampoco se les debe concebir como angelitos inermes sin imaginación o sin capacidad de obrar mal.Por eso nuestra preocupación no se ha de centrar sólo en ¿qué será de este niño mañana?, sino en ¿qué es de él hoy? Debemos preguntarnos cómo se está socializando, es decir, cómo va el proceso por el que nace y se desarrolla su personalidad en relación con el medio social. Tenemos que facilitar el vivir con, y para ello se ha de propiciar la inmersión en la cultura, el control de los impulsos, la experiencia en sí mismo, el desarrollo de la afectividad y la motivación del logro.
Somos sabedores de que la infancia busca ser ella misma, desea romper el cordón umbilical con los padres, ser libre, autónoma. Y así ha de ser.
Existen ritos iniciáticos de independencia paramostrarse ante sí mismos y al grupo de referencia que ya son; algunos lo hacen con la ingesta de alcohol, de anfetaminas, con fugas o rotura de objetos o transgresión de normas. Los tutores hemos de propiciar los pasos iniciáticos adecuándolos a su edad y características (ir a un campamento, viajar por Europa en grupo....), canalizaremos sus impulsos y necesidades, no los cercenaremos. Pero para ello hay que haber ganado su confianza, haber estado a su lado desde pequeños, haberles acariciado con nuestra escucha.
Todo padre debe dedicar tiempo a los hijos, un tiempo que será diario y de calidad. Se puede conocer a los hijos, se puede caminar y disfrutar juntos sin confundir el ser amigos con ser colegas, pues los padres han de marcar límites; los niños los precisan. Se cuenta la historia de una niña que por la noche llamaba y decía: "Papá, ven", y el papá fue y le dijo: "¿Qué quieres, hija?", y ella no contestó. Al rato gritó: "Papá, ven", y el papá fue y le dijo:"¿Qué quieres, hija?", y ella no contestó; así muchas veces, hasta que al final la niña exclamó: "Que me digas no".
Dar a los niños de todo -juguetes, dinero, objetos- es un error, haremos de ellos unos egoístas y caprichosos. Si además no les damos dedicación, nos vivirán como que nos los quitamos de encima y nos tratarán como cajeros automáticos.
Y es que hay quien constata que tiene hijos en vacaciones -algunos ni eso- ¿Valoramos suficientemente el ser padres o hay tal falta de reconocimiento como ocurre con las amas de casa?
Tener hijos no es lo mismo que ser padres. La familia educa por "presión osmótica", los niños aprenden de los modelos, no de la crítica destructiva y cáustica. En el hogar se han de transmitir valores éticos, educar en los ideales, en la no violencia, en la apreciación de lo distinto, en la reflexión, en la utilización del mediador verbal. Hay que retomar la charla, el sentimiento de vecindad, el interesarse por el otro.
Pero es que además de la familia, a la infancia y a la juventud las educan la escuela, las revistas, la música que escuchan, la televisión, el grupo de iguales.
Los amigos pueden servir piara socializar o para todo lo contrario, por eso es tan importante conocerlos, conseguir que las amistades sean sanas y duraderas. Y piénsese que los amigos se hacen en las actividades en que participen los hijos, que bien pueden ser de conocimiento de la naturaleza (un verdadero antídoto de otras formas de buscar aumentar la adrenalina) o de viajes en grupo (que enseñan a evitar la endogamia, a valorar la riqueza de lo distinto), en grupos de teatro, de música, de pintura... Hay otro gran amigo que debemos presentarles: es el libro. Pero es que además pueden colaborar en las ONG (hoy tenemos una generación de jóvenes solidarios).
Hay que educar en la capacidad crítica para poder defenderse de esos modelos psicopáticos que pueblan las películas de televisión, donde el duro, el vengador, el inmisericorde triunfa y se hace acreedor de lo que le apetece.
Debemos entender a los jóvenes, esforzarnos por comprender sus modas, lo que significan los logotipos de sus camisetas, no podemos quedarnos sordos a sus intereses y emociones.
No se puede delegar la educación a la escuela. Hay, que retomar la figura del maestro (hasta económicamente), los padres han de hablar con el mismo y apoyarse mutuamente, no se puede restar autoridad y no se debe ejercer de erróneo abogado de los hijos, pues haremos de ellos unos tiranos.
Hay jóvenes que no viven en casa, la utilizan como un hotel, se marchan los viernes y regresan los lunes por la mañana. Hay quien ejerce violencia intrafamiliar, algo, todo ha fallado en la educación.
El laissez-faire es un grave error. Las normas, la sanción, son necesarias, educativas, pero. recuérdese que la sanción puede ser en positivo (hacer más y mejor) y nada tiene que ver con el castigo físico. Es tarea de todos los ciudadanos el educar a los más jóvenes en el respeto, en el autodominio, en valorar el silencio, el arrepentimiento, el conocerse a sí mismos y ponerse en el lugar del otro, el emplear la razón y aprender a ser libres, el valorar lo realmente importante: la persona, el agua, los árboles, el aire, enseñar a disfrutar del patrimonio cultural de nuestros pueblos y ciudades, sentirse partícipes de un aprendizaje, utilizar el sentido del humor.
Tenemos que conseguir que nuestros jóvenes no vivan deprisa, deprisa. Para ello tenemos que autoeducarnos y mirar sin miedo al horizonte. Dice una canción vasca, Txuria Txori, "si yo le cortara las alas, sería mío, no se escaparía, pero... de esa forma ya no sería nunca más un pájaro, y yo quería al pájaro".
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