Las estaciones nuevas reducen su profundidad para ganar viajeros
"Los planos se han hecho pensando en las ancianitas". De esta forma gráfica explica el director general de Infraestructuras del Transporte, Manuel Melis, lo que es una de las obsesiones que presiden el diseño de la ampliación del Metropolitano: que las estaciones se encuentren lo más cerca posible de la calle.Melis, ingeniero de Caminos y cerebro en la sombra de ese inmenso tinglado que es la construcción de una treintena de estaciones, ha estirado al máximo los cálculos para lograr este objetivo. Los convoyes de metro sólo pueden vencer una pendiente máxima del 4%, por lo que no siempre se han conseguido unos andenes "someros", que dicen los técnicos. Pero la profundidad media de estas estaciones se sitúa en 16,5 metros, mientras que las construidas durante el periodo 1986-1993 casi la doblaban: 31 metros.
Ya en los años del socialista Julián Revenga, el consorcio regional de transportes había llegado a la conclusión de que los andenes demasiado hondos tenían un efecto disuasorio para no pocos viajeros, en particular para la tercera edad. Es realmente inusual encontrar a una persona mayor en la estación de Cuatro Caminos de la línea 6, la más profunda de la red con sus escalofriantes 49 metros.
Escaleras disuasorias
Además de la angustia que puede generar a más de uno eso de sumergirse en el subsuelo, lo de construir demasiado abajo presenta otro inconveniente nada baladí: los tramos de escaleras mecánicas se multiplican, y el gasto de su mantenimiento también. La cuestión ha vuelto a la actualidad esta misma semana, ya que en la tarde del jueves dos personas sufrieron pequeñas heridas cuando una escalera de la estación de Usera (33 metros de profundidad) cambió de súbito el sentido de su marcha.Construir más cerca de la superficie también presenta sus inconveniente. El más evidente, que el terreno está muy trillado y las posibilidades de perforar involuntariamente alguna conducción de agua o gas crecen en proporción geométrica. Las dificultades también aumentan para las sofisticadas tuneladoras, que necesitan un margen mínimo de nueve metros sobre el nivel de la calle. Si ese margen se reduce, hay que echar mano del llamado "método belga", que dicen en el argot; esto es, el tradicional pico y pala.
En el nuevo paisaje subyacente de la capital se dan algunas circunstancias curiosas. Por ejemplo, la nueva estación de Guzmán el Bueno (línea 7, a 28 metros de profundidad) se construye justo por encima de su homónima de la línea 6 (a 43 metros), y otro tanto sucede en el caso de Plaza Elíptica de la línea 11 (a sólo diez metros) respecto a la de la 6, 10 metros más abajo.
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