Huelga de mensajeros en la aldea mundial
El conflicto laboral de UPS dificulta varias costumbres muy arraigadas entre los estadounidenses, como comprar a distancia o enviarse cosas unos a otros
A los estadounidenses les encanta mandarse cosas por correo, concretamente 17 al año como media por habitante. No sólo se trata de tarjetas de felicitación. Planean sus envíos navideños con gran antelación, compran ropa y comida a través de catálogos, y cuando se les estropea un ordenador o electrodoméstico, lo remiten al fabricante para que lo repare.Y al final del año (1996, según la estadística más reciente), resulta que se han mandado los unos a los otros 4.700 millones de cartas y objetos. Por ello la huelga iniciada el pasado lunes en la empresa que recoge, transporta y reparte la gran mayoría de esos envíos ha tenido un impacto tan visible.
Más de 185.000 conductores sindicados de UPS (United Parcel Service, el líder mundial de paquetería, con presencia en más de 200 países y conocida por sus ubicuos camiones de color marrón oscuro) están en huelga porque de los 46.000 empleos que ha creado la empresa en los últimos cuatro años sólo 8.000 son de jornada completa.
Además, los trabajadores se oponen a la subcontratación de algunos servicios y a dejar en manos de la empresa su plan de pensiones. La huelga se convirtió en indefinida el sábado, al romperse las negociaciones entre la empresa y el sindicato.
Para UPS, los trabajos temporales han sido fundamentales en la estrategia de supervivencia que se ha planteado en un sector de altísima competitividad y con una clientela cada vez más exigente. Como ha dicho algún observador, se trata ésta de una sociedad acostumbrada a la inmediatez y que. ahora paga el precio de su ansiedad.
El público ya no quiere recibir sus encargos el día siguiente, sino el día siguiente "antes de las nueve de la mañana", y si el horario no se cumple, exige que le devuelvan el dinero. Con esta realidad de fondo, los medios de comunicación de EE UU no están tratando ya la huelga de UPS (la primera en la historia de la empresa) como un problema simplemente económico, sino también de tipo sociológico.
Tan profunda es la presencia de UPS en la vida diaria de Estados Unidos que la empresa ha solicitado al presidente Bill Clinton que intervenga para mediar en la crisis. El jefe del Ejecutivo tiene, en teoría, capacidad para ordenar la vuelta al trabajo de los huelguistas en caso de que peligre la seguridad o la salud en el país. Pero, por el momento, Clinton, que frenó la huelga de American Airlines el año pasado, no ha dado señales de que hará tal cosa en esta ocasión.
Mientras tanto, los competidores principales de UPS, que se reparten entre todos las migajas del pastel que les deja el gigante, han tenido estos días que levantar barricadas frente al aluvión de demanda adicional que se les ha venido encima y a la que, según coinciden en afirmar los expertos, no podrán hacer frente en su totalidad.
En EE UU, como ocurre en muchos lugares del mundo, la gente no se fía del servicio público de correos. De hecho, Correos disfruta tan sólo de un 6% del mercado de envíos en el país, por detrás no sólo de UPS sino de otras empresas privadas como Federal Express.
Actividad al 10%
El problema es que tanto Federal Express como Airborne Express (cuya actividad se dobló en julio, en anticipación de la huelga), Emery Worldwide y RPS, los otros actores secundarios, han declarado que no van a sobrecargar sus operaciones y que se pensarán muy mucho cuánto pueden absorber del sobrante de su rival. DHL está concentrada en el transporte internacional, y posiblemente será el competidor menos beneficiado.Nadie va a arriesgar el negocio de sus clientes fijos para atender a los que UPS ha dejado en la cuneta. Federal Express maneja un tráfico diario de tres millones de cartas, documentos y paquetes, pero no ha podido estimar cuál sería su máximo en caso de emergencia. Correos, de momento, ha puesto un límite de cuatro paquetes por cliente en cada visita a una sucursal, pese a lo cual su negocio ha aumentado en todo el país en la última semana.
A pesar de esta inseguridad, algunos analistas prevén que, a largo plazo, la huelga sí podría ser beneficiosa para los competidores de UPS, debido al coste económico que puede suponer la negociación con los sindicatos para poner fin al conflicto.
Según el economista Ralph Estes, "UPS quiere dirigir todos sus beneficios a sus inversores, y no a los trabajadores que hacen funcionar la empresa; el coste a largo plazo de este conflicto va a ser muy grave para la empresa". Estes opina también que la situación de UPS encaja en un panorama económico boyante como el actual en EE UU, en el que los beneficios rápidos priman sobre las estrategias a largo plazo.
La huelga iniciada el lunes de la semana pasada no sólo rebajó la actividad de, UPS al 10% de su capacidad y forzó a su personal administrativo a remangarse la camisa para. cargar camiones, sino que ha puesto al borde de la crisis (y aún está por ver el efecto definitivo) a empresas pequeñas y medianas de todo signo que dependen del reparto por correo para su negocio, especialmente aquellas que venden o distribuyen fármacos o productos alimenticios perecederos.
Testimonios de empresarios que hacen el reparto de sus paquetes personalmente o que alquilan furgonetas para ello han proliferado estos días en Estados Unidos, y hasta los competidores de UPS se han visto obligados a suspender su garantía de devolver el dinero si el envío no llega a tiempo. En las actuales condiciones, nadie quiere ni puede asegurar nada.
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