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Satisfacción indisimulada

Diversos testigos lo anotaron en sus informaciones. El secretario de Estado para la Comunicación, Miguel Ángel Rodríguez, resplandecía el jueves último en la habitual rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Algún periodista había preguntado al fin por el pacto de Santiago, acordado entre Juan Villalonga y Antonio Asensio. Para los que hayan llegado tarde repetirnos que se trata de un pacto mediante el que Telefónica toma el control y la gestión de Antena3TV y se convierte de modo súbito en socio tanto de Canal Satélite Digital, la plataforma liderada por Jesús de Polanco, como de Audiovisual Sport, la gestora de los derechos televisivos, del fútbol puestos en común por Asensio, Polanco y la Televisión de Cataluña. Fue en ese preciso momento cuando, según los informadores allí presentes, Miguel Angel Rodríguez hubo de morderse la lengua para ahorrarse ese latiguillo de le agradezco que me haga esa pregunta que le estallaba por dentro y entonces con satisfacción indisimulada y manos en alto dijo aquello de que nada le correspondía opinar a propósito de un acuerdo libérrimo entre empresas privadas dentro del marco legal que les es propio.El portavoz del Gobierno Aznar equiparó esta actitud suya, de deliberada abstención -concorde con el más exquisito laissez faire, laissez paser, mote heráldico de los liberales de alcurnia-, con otra de la misma procedencia manifestada. hace siete meses al tener noticia de otro pacto, el pacto dé, Nochebuena, concluido entre el presidente de Antena 3TV, Antonio Asensio y el de Canal Satélite Digital, Jesús de Polanco. Se trataba de un pacto por el que ambos firmantes. ponían fin a la guerra de los derechos sobre el fútbol televisado, que tanto contristaba al Gobierno de los intereses generales. Otra cosa es que el pacto de Nochebuena dejara sin opciones futbolísticas a Vía Digital, la plataforma de Telefónica en la que el presidente Aznar tenía puestas todas sus. complacencias. Además, como ha recordado un buen amigo en La Vanguardia, la cuestión previa era que Asensio con este acuerdo desertaba como socio de Vía Digital, en la que estaba anteriormente comprometido, y renegaba de la condición de elegido de La Moncloa. Elegido precisamente. para servir de ariete definitivo capaz de dar cumplimiento al delenda est Polanco.

Porque, hora es ya de decirlo, víctimas de un espejismo óptico, propio de los entusiasmos primarios y de la sequedad mental, los peperos -mitad sociólogos, mitad comunicólogos- habían concluido apenas instalados en moncloa que sólo llegarían a ejercer el gobierno efectivo si se hacían acompañar de un referente mediático adecuado y lograban la máxima desintegración de PRISA. El grupo de historiadores de combate, trufado de algunos aprovechateguis trabajó sin descanso para ofrecer una versión de la trayectoria de EL PAÍS, Cadena SER y Canal +, reescrita para la ocasión en términos de antagonismo frontal y permanente hostilidad hacia el PP. Así, Polanco y todos y cada uno de los periodistas de los medios que preside resultaban ser culpables de la escasez de la victoria del PP de marzo del 96, pero también de la impensada derrota del 93.

Volvamos al gran momento de Miguel Ángel Rodríguez la tarde del jueves 24. El portavoz del Gobierno, que acababa de declararse neutral, en un golpe de memoria sobrevenida recordó los deberes del Gobierno y aseguró que será garante del pluralismo en los medios informativos. Lo dijo con impavidez, como si el Gobierno fuese ajeno a todos los acontecimientos comentados -con leyes tan justas, equitativas y saludables como las de la televisión digital o la de las retransmisiones deportivas- y a la propia dinámica del mundo de los medios, en el que alguna presencia cabría atribuirle a través de TVE, RNE, Agencia Efe y de otras menudencias. (¿Por qué aquí las empresas públicas propenden a degradarse en el servicio doméstico del Gobierno de turno?). El compromiso de Rodríguez dejaba en claro que, como dicen las ordenanzas militares, nadie tendrá nada que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad del mando monclovita. Por eso, quienes hablan del regreso al legítimo contraste de pareceres y a la ordenada concurrencia de criterios, por decirlo con expresiones que quisieron atribuirse a Gabriel Cisneros, sólo buscan ampararse en tergiversaciones malintencionadas que no prevalecerán.

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