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Reportaje:

Don Antonio vuelve a casa

La 'ejemplar' historia del padre de Javier de la Rosa, jalonada de estafas, prostitutas, orgías y fugas

"¡Yo no me sentaré nunca en el consejo con esos rojos!". Con esa advertencia saludaba Antonio de la Rosa Vázquez el advenimiento de los ayuntamientos democráticos. El era secretario del Consorcio de la Zona Franca (CZF), una entidad pública en la que gozaba de plena libertad de acción. Pesaban su relación con el régimen y su condición de antiguo capitán de la Legión, abogado del Estado y ex secretario de la Audiencia Provincial. Todos le consideraban un hombre de rígida moral, capaz de castigar a su hija Pikikis por ponerse un biquini y que no consentía que se dijeran tacos en su presencia.Sin embargo, iba a ser más rápido en su venganza que aquellos barbudos en tomar el poder. Lo primero fue llevarse a casa el busto de Franco. Luego, Antonio de la Rosa conseguía que el pleno del CZF le facultara para comprar las fincas en las que la entidad pensaba construir un centro integrado de mercancías, en los municipios de Montmeló, Granollers y Parets del Vallés, en Barcelona. Era el 27 de diciembre de 1976. Pocos percibieron el periodo de doble moral con el que Antonio de la Rosa saludaba la transición democrática. Seguía hincando la rodilla en misa -diaria- junto a su esposa, Pilar, pero dos conocidos iban ganando peso en su nueva vida golfa: Rafael del Barco y Fernando Serena.

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Con ellos desgranaba su segunda personalidad de licencioso, que años después se descubriría que financiaba con la burda estafa de comprar terrenos inexistentes e ingresar el botín en una cuenta del Banco Urquijo. Lo controlaba todo aprovechándose de la confianza que su rectitud anterior inspiraba. En total malversó 1.250 millones de pesetas, según la Justicia, aunque a los Presupuestos Generales del Estado de 1982 les costó 7.000 millones reparar su hazaña. Antonio de la Rosa falsificaba la compra de las parcelas que debían constituir la central de mercancías. Lo tenía fácil, pues disponía del control de la intervención de fondos del CZF. Sabía que todo aquello podía venirse abajo, como ocurrió a finales de 1978, cuando Narcís Serra, alcalde de Barcelona, encargó una auditoría del CFZ y sus resultados fueron remitidos al fiscal general del Reino. Pero hasta entonces, carpe diem, disfrutemos el momento.

Antonio de la Rosa iba remansando en su cuenta, una por una, las presuntas compras, hasta 1.200 millones. Con las primeras se permitió la gracia de datarlas con la fecha 20-N como un póstumo homenaje al Generalísimo. ¿Qué hizo con el dinero? El informe policial del juicio es taxativo: "El destino de los 1.200 millones se desglosa en adquisiciones de viviendas, inversiones en sociedades [entre ellas, 150 millones en la discoteca Charli Max, de Ibiza], atenciones a mujeres, compras de coches y yates, y numerosos gastos propios".

Todo era poco para el rumboso don Antonio: encargó un yate de 146 millones a Astilleros Viudes, compraba negocios que ponía a nombre de Serena y Del Barco (Turismo Náutico; Solares y Patrimonios; Parking Castellana, en Madrid; Ravel y Werner ... ). ¿Pisos?, pues pisos en la mejor zona de Barcelona (calle de la Reina Victòria) para sus hijos, Fernando, Pilar y Antonio. Tres en la calle de Orense, de Madrid, para las francachelas, y media docena más por aquí y por allí, para compensar favores amorosos o echar una manita a los amigos.

Fernando Serena le llevaba mujeres haciéndolas pasar por amigas suyas. "Le presentaba mujeres, a las que preparaba previamente para que hicieran bien su papel e inducía mediante la promesa de pingües beneficios", expone el informe policial leído en el juicio. Sorprendentemente, a don Antonio le acompañaba en muchas de sus orgias su hijo Carlos, su preferido. De la Rosa padre, que tenía entonces 60 años, pagó por los favores de varias docenas de bonitas jóvenes que recibían de él coches, obsequios, boutiques o apartamentos. En el sumario declararon tres de ellas, que confesaron haberse beneficiado de su relación. María José Castañer Rouger sacó 43 millones de pesetas, que incluyen dos Alfa Romeo, un Lancia y la boutique Carinzia; Ana María García Lobo, 20 millones, y Rosa Vélez de la Cruz, entre dinero y un apartamento, obtuvo unos 10 millones. Entre las tres, 75 millones. Pero había más.

El anecdotario de las andanzas en discotecas y yates de don Antonio y sus amigos es amplísimo y alcanza sus ribetes más brillantes con los regalos de automóviles. De la Rosa padre se los compraba a Fernando Serena. Eran coches de lujo en la España de la época. En total, 102.875.511 pesetas en coches, reza el informe de la policía. Entre ellos, varios Jaguar, un Rolls Royce Silver Shadow, Ferraris, De Tomasso, BMW, Lancias, etcétera.

Los pícaros de sus amigos incluso recompraron algunos de ellos convenciendo a las propietarias: "Pero ¿dónde vas tú con ese coche? No te va. Mira, te doy médio millón y me lo quedo yo". Todo aquel desordenado despilfarro (coches, langostas, abrigos, joyas, yates) se prolongó alegremente durante dos años. Don Antonio preparó bien el terreno. Primero convenció a Rafael del Barco para que hiciera llegar notarialmente una opción de compra de parte de los terrenos inexistentes por sólo 589 millones (en julio de 1979). Contaba con la financiación de su hijo Javier de la Rosa, entonces director general del Banco Garriga Nogués, que había percibido 600 millones de comisiones por colocar una emisión de cédulas hipotecarias del CFZ, según explica Rafael del Barco. La maniobra de recomprar los terrenos antes de descubrir que no existían, a la que se prestó Del Barco, fracasó. El desastre era tan sólo cuestión de meses. Los auditores de Serra estaban sobre la pista.

Don Antonio le dijo a Fernando Serena que no se entendía ni con su mujer ni con su familia y que pensaba pasar una temporada en él extranjero. Desapareció poco antes de la primera orden de busca y captura, en agosto de 1979. El comisario Justo Aguilera estuvo a punto de echarle el guante en el aeropuerto de Orly en septiembre de 1980, mientras mantenía una entrevista con su esposa y el abogado Juan Piqué Vidal. No lo consiguió y Javier de la Rosa consiguió congelar la actividad policial contra su padre, declarado responsable único de la estafa del CZF. Del Barco y Serena fueron a la cárcel, así como José Luis Bruna de Quixano, superior de Antonio de la Rosa en la entidad y considerado cooperador necesario.

Bruna afirma: "Ni él ni su hijo Javier de la Rosa tienen el más mínimo sentido del honor. Yo le tenía toda la confianza, era incluso mi albacea testamentario. Traicionó nuestra amistad. Fui a la cárcel por su culpa, sin tener nada que ver con la estafa. El affaire nos arruinó y ni siquiera han tenido la dignidad de corresponder a mi petición de que, con una simple carta, hicieran saber a las autoridades que yo era inocente". Bruna quiere la revisión de la causa y ha demandado a Antonio de la Rosa por daños y perjuicios.

La fuga de De la Rosa padre fue muy placentera. Su hijo cubría sus deudas en los casinos del sur de Francia. Cuando le daba la gana, atravesaba la frontera y volvía a España amparado por los millones que manejaba su hijo Javier en nombre de KIO. Se atrevió a aparecer en Palma, Cadaqués, incluso en el golf de El Prat, en Barcelona. Todo ello combinado con largas estancias en París, Canadá, Uruguay, Brasil, Panamá, etcétera. Siempre con nombre falso, como Julián García Sáenz o Juan Antonio Sáenz.

Mientras, en Barcelona, su hijo Javier se ofrecía a Narcís Serra para reparar el agujero y encargaba a intermediarios que resolvieran la situación, entre ellos a Aurelio Delgado, cuñado de Adolfo Suárez. Así hasta llegar a decir que su padre había muerto, en mayo de 1995, y conseguir e 28 de febrero de 1997 que la sección séptima de la Audiencia de Barcelona declarase prescrito el delito de malversación de fondos públicos y el de falsedad documental que pesaban contra él en los últimos 17 años.

En ello también tuvo mucho que ver la longa manus de Javier de la Rosa en el entorno judicial. El ordenamiento español señala que los delitos cometidos por prófugos, como es el caso, queda suspendidos de prescripción hasta que se halle al prófugo. En este caso, ¡menuda sorpresa!, no existió la declaración de suspensión. Gracias a ello, los abogados de Javier de la Rosa, Cristóbal Martell y Francesc Jufresa, obtenían en un tiempo récord, sin dar notificación a las otras partes, la declaración de prescripción de la Audiencia de Barcelona. Los recursos por estos defectos formales fueron rechazados. Ahora don Antonio, responsable único de una estafa multimillonaria, ha vuelto a Barcelona, donde espera operarse de la vista y vivir su vejez como si tal cosa. Su hijo Fernando cuida de él.

A su regreso, el Consorcio de la Zona Franca también es noticia: su delegado, Enrique Lacalle, declara haber recibido financiación para el PP, precisamente de Javier de la Rosa. ¡Qué pocas cosas han cambiado en 17 años!

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