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Gingrich sobrevive a una maniobra para desplazarle del liderazgo republicano

"No me voy; lo estamos haciendo bien", dijo Newt Gingrich el lunes en un desayuno con unos trescientos hombres de negocios de su distrito electoral del noroeste de Atlanta (Georgia). El líder conservador norteamericano hablaba en público por primera vez desde que la pasada semana abortó un golpe de Estado en el seno del grupo parlamentario republicano para reemplazarle como presidente de la Cámara de Representantes. Por el momento, la rebelión se ha saldado con la dimisión del neoyorquino Bill Paxon como portavoz republicano en la Cámara.

Gingrich, el caudillo de la revolución conservadora que en 1994 otorgó al partido del elefante la mayoría en las dos cámaras del Congreso de EE UU, tiene plomo en las alas desde el fracaso republicano frente al demócrata Bill Clinton en la elección presidencial de noviembre y la reprimenda pública y multa en metálico que la Cámara de Representantes le propinó en enero por violación de las normas éticas parlamentarias.Muchos de sus correligionarios se quejan de que Gingrich ni ejerce una oposición activa a la Casa Blanca, ni promueve iniciativas propias que interesen a la opinión pública. Es cierto que, en la actual legislatura, la ubicación de Clinton en el centro de la escena política, con frecuentes concesiones a la derecha, y el desprestigio personal y político de Gingrich merman el vigor republicano.

El lunes, Gingrich justificó su falta de combatividad actual, que contrasta con la fogosidad con la que en 1994 y 1995 defendió su llamado Contrato con América: reducción de la presión fiscal para las empresas y los particulares con rentas altas, mayor desregulación de la actividad económica, desmantelamiento del Estado de bienestar norteamericano, reducción de los poderes de Washington en beneficio de los Estados y municipios, mayor dureza con la inmigración ilegal y restauración de los criterios morales conservadores.

Gingrich dijo que los republicanos no deben embarcarse en "luchas artificiales" con un presidente Clinton que predica en este segundo mandato la cooperación entre los dos grandes partidos y que ha adoptado algunas de las iniciativas republicanas como el recorte de impuestos, el equilibrio presupuestario, la restricción de la asistencia pública (welfare) y la defensa de los valores familiares.

Aunque capitidisminuido, Gingrich, al aplastar la pasada semana el motín de sus correligionarios, ha probado que sigue siendo capaz de controlar el aparato del partido y el grupo parlamentario republicanos. "Seré el presidente de la Cámara de Representantes hasta el año 2002", dijo el lunes. "Ello no quiere decir que la gente no pueda discrepar o quejarse", añadió. "Si se me intenta comparar con la perfección, creo que fracasaré".

Los legisladores, republicanos implicados en la conspiración para derrocarle declararon el domingo que están dispuestos a darle a Gingrich "otra oportunidad". "Hemos guardado las pistolas y los cuchillos", dijo Joe Scarborough, de Florida. Scarborough, Matt Salmon, de Arizona, y Tom DeLay, de Tejas, fueron algunos de la veintena de miembros republicanos de la Cámara que se reunieron el 10 de julio para expresar su insatisfacción con Gingrich y Conjurarse para arrebatarle el liderazgo del partido.

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Bill Paxon, lugarteniente de Gingrich, niega haber participado en el compló y afirma que su dimisión obedece al hecho de que no informó a tiempo a su jefe de lo que se estaba gestando. Pero otros republicanos que confiesan haber estado implicados dicen que Paxon era la persona pensada para sustituir a Gingrich como presidente de la Cámara.

La vigorosa contraofensiva de Gingrich ha llevado a los opositores a declarar que no volverán a abrir brechas internas hasta que el Congreso haya ultimado sus negociaciones con la Casa Blanca sobre el programa del equilibrio presupuestario. Pero es indudable que un clima de miedo se ha instalado en el seno de la mayoría republicana.

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