Pantani hunde a Riis y Olano le remata
El danés pierde la posibilidad de alcanzar el podio- Escartín y Olano avanzan una plaza
Sólo hizo falta un detalle para que una etapa, presuntamente dedicada a los desheredados se convirtiera en un infierno para Bjarne Riis. El danés se paraba a orinar al comienzo del primer puerto, el Mongins, un tercera de apanas seis kilómetros. Mal síntoma: un hombre fuerte no se distrae en momentos que pueden jugar en su contra. Pantani, el hombre de la fantasía para romper la monotonía, se percató enseguida. Inmediatamente sus Mercatone Uno se pusieron a acelerar en cabeza. Comenzaba el incendio. Los habituales del autobús se quedaban castigados sin día de gloria. Riis, con la cruz a cuestas y sin podio: perdió 6.12 minutos con relación a Escartín y Olano, que le adelantan en la general. Y hasta el intocable líder, Ullrich, mostró unos instantes de debilidad. Las cuentas del Tour no han quedado cerradas en los Alpes. Todo, por la voluntad de Pantani. Olano y sus Banesto se encargaron de cerrar el círculo.Godefroot, el director del Telekom, justificaba en el esfuerzo hecho por Riis para enlazar con un pelotón desencadenado en el Mongins el vacío de fuerzas que le asaltó en la gran prueba del día, el col de la Croix, un coloso de 18,2 kilómetros al 7,3% situado a 89 kilómetros de la meta. Nada más comenzar la ascensión, Conti y Zberg, los vitales gregarios de Pantani, se pusieron al frente. Inmediatamente, Riis se descolgó. Poco después le tocó el turno al habitual Olano. No ha de faltarle hábito al vasco para saber subir los puertos a su ritmo, siempre detrás de los mejores. Esa capacidad le fue vital para convertirse en protagonista poco después. Cerca de la cima, Virenque no dejó pasar la oportunidad de lanzar su cotidiano ataque a Ullrich. Incluso esta vez parecía que con éxito. Sólo el Pirata le siguió. No sólo eso: Ullrich, que confesó arrastrar un catarro, perdía 15 segundos en pocos metros. Pero quedaban muchos kilómetros para la llegada. Olano pasó por la cima a 1.55 minutos. Riis a 3.05.
El siguiente clavo de la cruz del danés lo remachó una conversación. Unzue, el director del Banesto, le dice a Martinelli, su colega del Mercatone, que si quieren hundir a Riis necesitan de su. ayuda. Hay que concentrar fuerzas para el llano. Los Mercatone levantan el pie, el grupo delantero se para y Olano, el rey de los descensos, acompañado de los suyos -Casero, Beltrán y Orlando- enlazan con la cabeza. Pobre Riis, acompañado de Rabobanks y Casinos. Su suerte está echada. Y la de Heulot y Garmendia, escapados por delante.
Los 70 kilómetros que llevaban a Friburgo resultaron espectaculares. Dos Mercatones, Conti y Zberg; cuatro Banestos, Jiménez, Casero, Orlando y Beltrán, y Perobon, un Batik que, oficialmente, sólo quería salir por la televisión, se relevaban en la cabeza, convirtiendo la marcha en una contrarreloj por equipos. Olano, líder que cuida a sus tropas, se transformó en proveedor de bidones, en gregario por un día, bajando al coche y subiendo cargado de botellines para los suyos. Otros que ganaban con el hundimiento del danés, Casagrande y Escartín, se dedicaron a esperar a ver cómo transcurrían los acontecimientos. La mente, en el triunfo de etapa. Y por detrás, Riis, defendiéndose con orgullo, pero sin piernas. Abandonado por su equipo. Por delante viajaban 231. Ocho sólo querían distanciar a Riis, los otros 15, ganar la etapa, el honor del día, que fue para Mengin.
6.12 minutos después llegaba Riis. El hombre que mostró un alarmante bajón de forma en la última contrarreloj de su Tour victorioso, desfalleció a cinco días de llegar a París. Anoche, el danés, con problemas estomacales, era duda para tomar hoy la salida. Los agoreros hablan de que no será el último en caer.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.