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Los vietnamitas votan para preparar el relevo de la 'troika' dirigente

Los vietnamitas fueron despertados ayer al amanecer a golpe de altavoz, recordando ruidosamente a los 40 millones de votantes "su derecho y su responsabilidad" de acudir a las urnas para elegir a los 450 diputados que integrarán el Parlamento de Vietnam. La participación ha sido del 80%. Los nuevos diputados elegirán un nuevo presidente y un nuevo primer ministro, pues el jefe del Estado, Le Duc Anh (77 años); el del Gobierno, Vo Van Kiet (75 años), e incluso el secretario general del partido comunista, Do Moi, 80 años -la troika que dirige el país-, han decidido pasar el relevo.

Esto da pie a preguntarse si Vietnam está entrando en el camino de la democracia. Puede que todavía sea prematuro contestar afirmativamente a ese interrogante. En primer lugar, porque los 663 candidatos a un escaño han tenido que ser "aprobados" por el partido comunista, que analizó su "lealtad" hacia a su programa. En segundo lugar, porque los sucesores de la troika parece que ya están designados por el actual equipo dirigente y habrían sido ratificados el pasado mes de junio por un pleno del Comité Central. Los nombres de los nuevos dirigentes serán hechos públicos el próximo mes de septiembre, pero ya han empezado a circular algunos nombres, como el del actual viceprimer ministro, Plina Van Khai, que pasará a dirigir el Gobierno. En tercer lugar, y sobre todo, porque la Asamblea vietnamita tiene poco poder para adoptar leyes que antes no hayan sido aprobadas por el partido. El partido comunista vietnamita sigue siendo el principal, y todavía único, arquitecto de la vida política del país. Y si hay una democracia, será bajo control.No obstante, el número de candidatos que no militan en el partido comunista es sensiblemente superior a los que concurrieron en 1992: 112 frente a los 50 diputados no comunistas de la Asamblea saliente. Y 11 de ellos son independientes. Esta tendencia tiene su relevancia, porque desde hace poco auténticos debates políticos están animando las sesiones parlamentarias. Incluso algunos jóvenes diputados osan ya presentar interpelaciones a los ministros sobre los problemas del país.

Las reformas liberalizadoras lanzadas en 1986 durante el 8º Congreso del Partido Comunista, y que han tenido impacto especialmente en el desarrollo económico de Vietnam y en la apertura a las inversiones extranjeras, empiezan ya anotarse en la vida política del país y en la emergencia de nuevas fuerzas. Esto es tan evidente, que ha provocado una viva resistencia que se ha organizado en el seno mismo del partido comunista, donde se levantan cada vez más voces para denunciar la influencia de Occidente, al que se atribuyen todos los males del Vietnam de hoy: desigualdad, droga, prostitución, juego, o la expropiación de tierras a campesinos a bajo precio.

Por eso, lo que está en juego en estas elecciones puede ser más sustancial de lo que reconocen los propios vietnamitas. ¿Mantendrán los nuevos dirigentes el ritmo de las reformas? "Todos están de acuerdo que no se puede cuestionar ahora lo ya conquistado", afirma un observador occidental en Hanoi, que señala que las reformas, aunque han aumentado las desigualdades, son beneficiosas para un país que hace 10 años estaba duramente castigado por el hambre. "Pero puede ocurrir que las autoridades quieran hacer ahora una pausa en las reformas", matiza.

El poder parece vacilar ante un dilema: de un lado, está muy extendida la creencia de que es absolutamente necesario para el país proseguir las reformas y seguir recibiendo las inversiones extranjeras. Pero, por otro lado, existe el miedo de que la competencia extranjera arruine aún más el omnipresente sector público, ya virtualmente en quiebra y que supone el 70% de la producción industrial del país.

El nuevo Gobierno puede acabar teniendo más empeño en controlar los efectos secundarios de la liberalización que en acelerar las reformas.

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