Lucha y poder

Nacimos a la admiración hacia los escaladores de cimas escalofriantes, Galibier, Tourmalet, Aubisque, etcétera, que coronaban nuestros héroes de chapas con los que corríamos nuestros Tours adolescentes. Pero últimamente el col que electriza a la audiencia y garantiza la emoción es el Alpe d'Huez. Yo los cogería como logotipo del Tour, con ese espléndido diseño de curvas repetidas y numeradas. Pues bien, ayer esta ascensión, que por mi parte dediqué a mi eterno colega del Tour, Alfredo Matas, con quien compartí tantas películas como seguimientos de vueltas ciclistas, nos ha ofrecido uno de los mejores episodios de lucha y poder que he vivido desde que me aficioné a este deporte de las carreteras. Ver la recuperación de un ídolo, Pantani, el más espectacular de los escaladores actuales, entendiendo que cualquier ciclista sólo por ser escalador destacado lleva ya implícita la emoción en sus gestas, ha sido la mejor tarde que se le podía ofrecer a quienes hemos dejado a partir de la novena etapa ese libro interesante que nos compensaba del tedio del kilometraje excesivo y que será mi termómetro del apasionamiento o no de lo que queda hasta París, y del que daré el título si lo termino dentro de la carrera.Por el momento sigo con la esperanza, no tan difícil, de tener tres españoles, ya sabéis quienes son, entre los 10 primeros, lo que no es desalentador para los que creíamos que éste no iba a ser un Tour gloriosamente patrio.