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Tribuna
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El origen de la ambigüedad

No es el momento de hacer recuento de todas las ocasiones en que los distintos partidos han sido protagonistas de conductas ambiguas respecto de la política antiterrorista en general y en lo que a sus relaciones con HB se refiere, en particular. Como diría Pujol, hoy no toca. Pero no recordar no quiere decir olvidar. Un recordatorio público de las ambigüedades del pasado no facilitaría en nada la tarea del presente. Pero un olvido podría ser interpretado como una invitación a tropezar de nuevo en la misma piedra. No es la primera Vez que nos ocurre en este terreno. Y ni lo uno ni lo otro.Las manifestaciones de estos días obligan a reflexionar no tanto sobre las ambigüedades del pasado, como sobre el origen de las mismas, porque esto sí es importante para el presente y el futuro. Podemos pasar por encima de las numerosas conductas ambiguas de las que hemos sido testigos a lo largo de muchos años. Pero no podemos pasar por alto la causa de todas esas conductas ambiguas. Y el origen no es otro que la diferente interpretación del Pacto de Ajuria Enea o del de Madrid, de forma inequívoca desde junio de 1993, pero incluso desde antes. Mientras no se ponga fin a la ambigüedad en este punto, se seguirán produciendo conductas ambiguas.

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Lo esencial del Pacto de Ajuria Enea o Madrid no es lo que está escrito, sino lo que no está escrito. En cuanto se empieza a discutir públicamente sobre si el pacto en su punto tal o cual dice tal o cual cosa, el pacto está o, rompiéndose o roto. Y es así, porque un pacto de esta naturaleza no es más que la expresión de una doble renuncia: la del Gobierno de la nación o la del Gobierno vasco a definir por sí solo la política antiterrorista y obligarse a consensuar dicha política con los partidos de la oposición y la renuncia de los partidos de la oposición a criticar públicamente la ejecución por parte del Gobierno de la política que ha sido previamente consensuada. En esto consiste el pacto. No sólo en esto, pero sí básicamente en esto. Se puede discrepar de la ejecución que está haciendo el Gobierno de la nación o el Gobierno vasco de la política antiterrorista. Pero eso no se puede decir nada más que en el interior de la Mesa del Pacto de Ajuria Enea o del de Madrid. Si hay ambigüedad respecto de esto, las conductas ambiguas no podrán no reproducirse.

En el momento en que se entra en el debate público sobre el articulado del Pacto de Ajuria Enea o Madrid, es imposible que no existan posiciones distintas y, a partir de ahí, que no se protagonicen conductas diferentes y tendencialmente divergentes o incluso contradictorias. Si así no fuera, el Pacto sería superfluo. El Pacto es necesario, porque no todos los partidos tienen la misma política antiterrorista. Ni en su formulación ni en su ejecución. Por eso tienen que pactar lo uno y lo otro. Y por eso no pueden debatirla públicamente. En cuanto lo hacen, son las discrepancias y no las coincidencias lo que resalta. La política es así y no puede, además, ser de otra manera. Aquí está el origen de la ambigüedad que ha presidido la política antiterrorista a lo largo de estos últimos años y que nos ha conducido a donde nos ha conducido. A que millones de ciudadanos se hayan tenido que tirar a la calle, ante la incapacidad de su sistema político para dar respuesta al problema. En los próximos días y meses (esperemos que no haga falta un periodo más amplio) comprobaremos si se ha entendido de verdad el mensaje del pasado fin de semana.

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