La Virgen volvió a Chamberí
Los vecinos del distrito han recuperado la procesión del Carmen, pero corren el riesgo de perder las fiestas
Cuando el 16 de julio de 1992 las ancianas de Chamberí vieron de nuevo a la Virgen del Carmen salir de la iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel, en plena glorieta de Iglesia, lloraron de emoción. La patrona se había aparecido ante sus fieles después de 22 años de incógnito y recorría nuevamente las calles en andas de cofrades. El milagro, que poco tenía de divino, fue obra de la tozudez de un grupo de devotos que no cejaron hasta recuperar una de sus más antiguas tradiciones, la procesión de su patrona.Paradójicamente, fue el franquismo, un régimen no caracterizado precisamente por su laicismo, el que en 1969 borró de un plumazo esta expresión de religiosidad popular en Chamberí. El tráfico empezaba a invadir las calzadas y entre fervor espiritual o circulación, los munícipes apostaron por los coches. El distrito se quedó sin su procesión centenaria, la antigua hermandad se disolvió y la Virgen se esfumó durante dos décadas sin dejar rastro.
Hace seis años, las asociaciones del distrito -El Atasco, Los Chisperos, Tradición y Progreso, En Adelante, El Carburo o la Casa de Burgos- se unieron para crear una hermandad -que hoy cuenta con 350 miembros- y convencer al ayuntamiento y al párroco de que las fiestas patronales bien valían una procesión. "El párroco, al principio, se mostraba reticente", asegura Fuencisla Escorial, una de las cofrades más antiguas, "porque a ninguno le gusta el follón que supone tener en su iglesia a una cofradía".
Tras más de un tira y afloja consiguieron su propósito. La primera sorpresa llegó al buscar los bienes de la primitiva hermandad. Apareció la carroza, los candelabros, los ángeles, pero ni rastro de las ánforas de plata, y mucho menos de la talla de la Virgen. Esta desaparición disparó la rumorología vecinal: que si se la cedió el párroco al Cerro de los Ángeles, que si la tenían unas carmelitas de Alicante y pedían un donativo de dos millones por el rescate... La nueva hermandad prefirió no seguir husmeando, y hoy la talla sigue en paradero desconocido. En 1992, cuando salieron de nuevo a la calle, lo hicieron de prestado con una talla cedida por la iglesia del Cristo de las Victorias.
La procesión requería arrimar, además del hombro, el bolsillo para encargar una nueva virgen al escultor José Luis Fernández. "Respondió todo el mundo muy bien. Hubo señoras que nos dieron hasta 600.000 y 700.000 pesetas", explica Mary Loren, la madre Fuencisla. La colecta dio no sólo para la imagen, sino también para completar el ajuar de la patrona chamberilera, que este año estrenará carroza.Se recuperaba un ritual y ahora se está a punto de perder otro: la verbena de la calle de Medellín, el último reducto que le queda al distrito de un casticismo sólo comparable antaño al de Lavapiés o Centro. "Han sido los barrios donde mejor se veía el espíritu de Madrid. Allí, de forma más popular. Aquí en Chamberí, con más postín. Esto es más señorito", afirma Félix Tornero, un ebanista septuagenario, miembro de Nueva Pena, una organización creada en 1954 para preservar la esencia del barrio. Por eso, quizá hoy la Paloma es uno de los pocos ejemplos del Madrid de leyenda, mientras que a Chamberí no le queda ni eso. Las verbenas y kermesses que hace un siglo llevaron a decir que "desde el Carmen a Santiago no se pone el sol en Chamberí", se han reducido a unas cuantas casetas y atracciones en el parque de Santander, limítrofe ya con Tetuán, una zona fronteriza que los vecinos de siempre no la sienten como propia. "Es una pena", se queja Mary Loren, "porque esa verbena es lucrativa, mientras que aquí todo era gratis. Esto sí que era de los vecinos".
Sólo la presencia simbólica de un bote sugería a los bailones que los 1.500 litros de limonada que se llegaban a repartir, los carteles, las cadenetas y hasta los vasos de plástico habían salido del pecunio de comerciantes y vecinos. "Al final, siempre nos costaba dinero, pero no importaba nada, ni tan siquiera el trabajo, porque cuando acababa el baile a las dos o las tres de la madrugada nos quedábamos todos limpiando la calle", señala Félix.
La verbena de Medellín, como el resto de las del distrito, se fueron apagando tras la guerra civil. Hace algo menos de dos décadas, la treintena de miembros de Nueva Peña decidieron devolver a la calle durante dos noches el chotis, la limonada y los farolillos. Confiaban en que la mecha prendiera y el espíritu jaranero se extendiera por el corazón del barrio, limitado para los chamberileros de siempre al racimo de calles comprendidas entre la plaza de Chamberí y la de Olavide. "Nos costó muchísimo conseguirlo, pero logramos que renaciera. Los socialistas ayudaron mucho a las fiestas", dice Félix.
Tras la marcha del PSOE, cada cambio de concejal traía al vecindario un cierto sobresalto, infundado casi siempre. Hasta Mercedes de la Merced, soriana de nacimiento, demostró ser buena chamberilera."Ella se integró muy bien y se pasaba siempre por aquí a tomar limonada e incluso a bailar". Lo que no se podían imaginar estos vecinos es que fuera uno de Chamberí, José Antonio García Alarilla, actual concejal del distrito, el que iba a hacer cumplir sus temores.
Se ha agarrado a las quejas para acabar con la verbena. Ha hecho caso al único vecino de toda la calle que protestaba y ha desoído al resto", asegura Fuencisla. "Aquí jamás ha habido una bronca ni una discusión. Sólo una vez apareció un carterista, y entre los miembros de la peña lograron echarle", apostilla Félix. "El año pasado en lugar de orquesta nos prometió un organillo, pero nos negamos. No queríamos hacer el ridículo. Este año, ni eso", dice Félix un tanto desolado, "todos estamos desmoralizados, porque cuando algo se pierde es muy difícil recuperarlo".
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