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24 horas para entrar al infierno

Reconstrucción del estallido de locura que, llevó a un fontanero a matar porcelos a su mujer e hijo en El Álamo

Jan Martínez Ahrens

Quienes le han visto en los últimos meses recuerdan a Manuel S. M. como un hombre acabado. Sombrío , con el rostro sin afeitar, su cuerpo se mece en un constante balanceo, en un movimiento pendular, que, como un reloj, repite día y noche el recuerdo de la tarde del jueves 23 de mayo de 1996, en que Manuel, a sus 36 años, dejó repentinamente de ser ese vecino vivaracho y padre de dos criaturas al que en el pueblo llamaban El Polín para convertirse en el asesino de El Álamo, el hombre despiadado que, en un escalofriante ritual de violencia, mató a su mujer y a su hijo.El crimen, oscuro, rural, plagado de interrogantes, marcó el inicio de una investigación que se enfrentó desde sus albores a la pregunta por el, móvil. ¿Qué hizo de un humilde y aparentemente pacífico fontanero un criminal? Las pesquisas policiales y judiciales han recorrido durante un año el vertiginoso viaje a los infiernos de Manuel hasta reconstruir lo sucedido esa tarde y alcanzar su presunto punto de partida. Ese que Manuel destapó por primera vez, cuando ya en prisión se sentó ante el forense y, tal como consta en el informe médico que ha servido a su abogado Juan Carlos Izquierdo para declararle inimputable, dijo: "La maté porque pensé que me había engañado y maté a mi hijo porque no era mío... Se parecía a otros".

La locura de los celos. La obsesión larvada y oculta durante años que, ahora se sabe, entró en ebullición el día antes del crimen. Era miércoles, y Manuel, moreno, enjuto, trabajaba con su sobrino en la empresa de fontanería que ambos poseían en El Alamo (3.100 habitantes). La faena, como todos los días, era escasa y daba tiempo para la charla. Entre un comentario y otro, alguien, en broma, le dijo a Manuel que aquel anciano que andaba por la acera de enfrente se acostaba con su mujer.

Fue entonces cuando Manuel, sin antecedentes, sacó a la luz, en un suceso que casi nadie entendió, el primer síntoma de su infundado delirio: esa misma tarde atropelló dos veces con su motocicleta al anciano sospechoso.

Se acababa de poner en marcha la pulsión asesina de Manuel. Un mecanismo que desde ese momento fue calentándose minuto a minuto hasta estallar al día siguiente, a las cuatro de la tarde. A esa hora, tras tomarse un café, Manuel cruzó el angosto patio de su vivienda de la. calle de Rafael de Torres, 8. En la casa, de una sola planta, le esperaban Elisa C., su mujer, y su hijo Rafael, de tres años.

Manuel se dirigió hacia la habitación de su esposa. "No me dejaba entrar", declaró posteriormente ante el forense, "y pensé que lo hacía porque tenía a alguien dentro". Bajo el torbellino de su fiebre asesina, entró en la cocina, donde abrió la nevera y agarró una botella de sidra. Cuando Elisa salió de la. habitación, el hombre la. cogió del brazo y la arrastró hasta el salón. Allí, bajo la fotografía familiar de un carnaval, todos vestidos de guerreros, todos con espadas, la golpeó con la botella en la cabeza. Una y otra vez, hasta matarla. Luego tomó el cadáver de Elisa y lo llevó hasta su habitación" donde lo ocultó bajo la cama.

No había pasado ni media hora cuando la hija del matrimonio, de 7 años, regresó del colegio, entró en la casa y se tumbó directamente en la cama. Manuel, que estaba limpiando la sangre de su esposa, se tendió con ella sobre el colchón. Poco duró en ese estado. Con un cuchillo en la mano, se dirigió, siempre según el auto de procesamiento, hacía la habitación de su hijo de tres años.El pequeño dormía con la dulzura propia de sus tres años. Manuel se acercó al pequeño y, sediento de sangre, dio rienda suelta a sus aberraciones: primero quiso cortarle los genitales, pero luego cambió de propósito y le asestó una puñalada en el pecho. El cuchillo, sin embargo, lejos de hundirse, se dobló sobre el cuerpo del pequeño, quien, sobresaltado, despertó y gritó: "¡Papá, papá, no!". Manuel no atendió a sus ruegos. Se encaminó a la cocina, cogió otro cuchillo de un cajón y, de vuelta a la habitación, mató a puñaladas a Rafael. '

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Pero el círculo de su locura aún no se había cerrado. La hija, a la que Manuel había dejado en la cama, no se había quedado quieta. Testigo del atroz crimen de su hermano pequeño, la niña había salido al exterior de la casa en busca de ayuda. La desgracia de esa soleada tarde de mayo hizo que no encontrase a nadie. Y la pequeña, aterrorizada, regresó de nuevo a la casa. Sola, indefensa, trató de ocultarse en su cama. El padre la descubrió allí.

"¿Eres de tu padre o de tu madre?, le inquirió Manuel.

La pequeña contestó que de él. "Te quiero mucho", añadió. Ante esta respuesta, Manuel prometió a su hija que no la mataría. Seguidamente, según consta en el auto de procesamiento, padre e hija se dispusieron a cenar. Había pescado en la nevera. Pero Manuel lo rechazó al pensar que estaba envenenado y prefirió tumbarse en la cama. Al despuntar el alba, sobre las siete de la mañana, Manuel se levantó preso otra vez de sus fantasmas.

Sacó el cuerpo de su mujer de debajo de la cama y lo situó en el pasillo de la vivienda. También tomó en sus brazos el cadáver de su hijo menor y lo llevó, según el citado auto, hasta el recibidor de la vivienda ¿,con intención de preguntar a la gente de la calle a quién pertenecía". No perseveró en esta idea y, finalmente, decidió enrollar con un edredón el cuerpo de Rafael y el de su madre. Después cogió a su hija de la mano y se dirigió a la casa de su hermana Dolores, donde también vivía su sobrino y socio en la empresa de fontanería. Ante su hermana confesó el doble crimen. Desde entonces, Manuel-el asesino de El Álamo-, aparentemente arrepentido de la muerte de su hijo pero aún seguro de que hizo bien en matar a su mujer, permanece en prisión, encerrado en su recuerdo.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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