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"El metabolismo científico en España es ridículo"

, Fuera de los círculos científicos, a José Antonio Valverde (Valladolid, 1926) se le conoce, sobre todo, por haber sido el padre del Parque Nacional de Doñana o, más correctamente, por haber salvado de la desaparición uno de los espacios naturales más valiosos del continente, pero el jurado que recientemente le otorgó el Premio a la Protección Medioambiental de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), en su primera edición, dotado con 10 millones de pesetas, destacó, además, otros méritos, como su importante contribución al conocimiento de la ecología de los vertebrados o la repercusión que sus trabajos han tenido en el "nacimiento de una conciencia ambiental en España".Cualquier conversación con Valverde arranca, inevitablemente, en el Valladolid de posguerra, escenario de las primeras excursiones campestres de este naturalista vocacional. En aquellas caminatas trataba el joven Valverde, como hoy recuerda, "de identificar a todo bicho viviente".

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Ese interés por el conjunto de seres vivos que encuentra en los páramos y humedales vallisoletanos le acerca, de forma intuitiva, a conceptos como "comunidad" o "nicho", aún novedosos en la biología y desconocidos para un estudiante de bachillerato. "Sin querer, fui dándome cuenta de que existían distintas comunidades faunísticas, cada una asociada a un biotopo y estructuradas de distinta forma", explica.Atraído sobre todo por las aves, Valverde comienza a cartearse con Francisco Bernis, pionero de la ornitología española y por aquel entonces profesor de ciencias naturales en Lugo. Cuando, en 1952, Bernis recibe ayuda de la Fundación Fenosa para visitar Doñana, no duda en pedir a Valverde que lo acompañe. Aquel primer viaje sería decisivo en la vida y obra de este científico, que se enfrentaba, por vez primera, "a la gran fauna, en un territorio absolutamente perdido e ignorado por la ciencia".Un año después, de nuevo en Doñana, los dos naturalistas, con instrumental facilitado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, de San Sebastián, realizan el primer anillamiento científico de aves llevado a cabo en. España. A Bernis le interesa, sobre todo, censar los efectivos (le las diferentes especies, mientras que Valverde sigue profundizando en la estructura de las distintas comunidades, plasmándola en esquemas y dibujos que se incorporan a los artículos que sobre este espacio natural comienzan a publicar.Aún sin haberse licenciado, Valverde obtiene en 1954 una beca de la Universidad de Toulouse. "Mi manera de ver las cosas, distribuyendo a cada especie en su nicho y estableciendo a partir de ahí esquemas ecológicos, era novedosa y me dio a conocer entre los ornitólogos europeos", confiesa. Y ese mismo enfoque le traslada, durante tres meses -"los mejores de mi vida"-, al Sáhara, expedición que quedaría plasmada en la obra Aves del Sáhara español.- un estudio ecológico del desierto (1957), de gran repercusión en círculos científicos nacionales y extranjeros.

Por primera vez, admiten hoy los especialistas, una obra, sin perder la belleza e interés del relato descriptivo, incorpora las claves para revelar el complejo entramado que tejen los distintos seres vivos que habitan en un territorio. Valverde dibuja cada biotopo que visita, situando en él a las distintas especies animales de las que, siguiendo una sistemática propia, incorpora todas sus características, incluida la alimentación. Algo que repetiría, poco después, con su Estructura de una comunidad de vertebrados terrestres, tomando como escenario las marismas del Guadalquivir.Algunos de los más significativos descubrimientos de Valverde están en este último trabajo, convertido en un clásico de la literatura científica española. "En pocas palabras", resume, "inporporé el concepto de microcomunidad, señalando que toda comunidad está formada por la superposición de varias microcomunidades que tienen, por regla general, poca relación entre sí, actuando como verdaderos grupos económicos cerrados". También, continúa, "establecí la relación predador-presa sobre una base energética, algo que se les había pasado por alto a todos los que habían estudiado la evolución". Un predador, determinó Valverde, persigue a una presa con una intensidad que es proporcional a la energía que obtiene e inversamente proporcional a la energía que consume. De ahí que todas las estrategias de supervivencia que adoptan las presas se basen en hacerse poco rentables energéticamente. "Este concepto tan simple", destaca Valverde, "había pasado inadvertido y, sin embargo, le ha dado la vuelta a la zoología moderna. Hoy todo se mide en función de la cantidad de energía consumida". Es el optimal foraging acuñado por los anglosajones: uno no come lo que rinde poco o cuesta mucho adquirir. Dicho de otra manera, si Darwin descubrió que sólo sobreviven los más aptos, Valverde matizó: "Sólo sobreviven los que mejor aprovechan 1 a energía".

A partir de ahí, reinterpreta la evolución trófica desde la óptica energética, incluso en el caso de la raza humana, y surgen, así, otras aportaciones como el cenograma, curva que se construye con todos los animales de una comunidad, ordenándolos en función del número de especies y su tamaño o peso. Tratándose de mamíferos, la curva tiene la misma trayectoria con independencia de la población elegida y su situación geográfica: las especies presa ocupan los extremos (muy pequeñas o muy grandes), y los predadores, el centro. Para los paleontólogos, el cenograma es una herramienta muy útil, ya que pueden determinar las especies que poblaban una zona.

Si sus trabajos no han tenido en España la repercusión que merecían, en comparación con el trato recibido en el extranjero, es porque "en nuestro país, el metabolismo científico es ridículo", se queja Valverde. Desgraciadamente, concluye, "no hay más remedio que publicar en' revistas anglosajonas, porque, si lo haces en una española, no tiene trascendencia alguna y, además, alguien termina copiando tus aportaciones para trasladarlas a otra publicación de prestigio".

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