_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Estacionamiento

La calle de Diego de León está cortada a causa de la construcción de un estacionamiento subterráneo.La calle de Diego de León y toda la barriada en tomo no se sabe si necesitaba un aparcamiento o una brigada de guardias que impidiera el estacionamiento de los coches en doble fila.

Las calles adyacentes a Diego de León, que son amplias y simétricas, se han convertido desde hace unos anos en angostas sendas donde sólo pueden circular los automóviles en fila de a uno.

Algunos usuarios justifican la doble fila en la necesidad de dejar el coche donde quepa, pero no es seguro que donde quepa haya de ser la mera calle. Caben mejor los coches en los estacionamientos, y de ésos no están del todo mal dotadas la calle de Diego de León y adyacentes. Hay uno en Velázquez, otro en la plaza del Marqués de Salamanca, otro en la calle de Castelló, sin ir más lejos, y suele ocurrir que mientras la superficie aparece atestada de coches en doble fila, los propios aparcamientos están prácticamente vacíos.

Un taxista explicaba el motivo: "Es que la calle sale más barata, ¿comprende usted?".

Comprendido.

El nuevo aparcamiento de la calle de Diego de León no. ha de venir mal. La política de construcción de aparcamientos que sigue el Ayuntamiento -con ella la de pasos subterráneos y la eliminación de los agobiantes scalextrics- un servidor la encuentra razonable. Si no., nos quedamos endeudados de por vida, adelante con los faroles.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La calle gana si se presenta expedita, libre de hierros, de cementos y de motores de explosión. Es el gozoso fenómeno que se produce cada verano. Cierto que llega el sol y vivifica, cierto que los veraneantes se largan a otros pagos con viento fresco, cierto que se alivia el tráfico, pero lo que realmente alegra las pestañas y eleva los corazones es asomarse de mañanita al portal y contemplar la calle amplia, silenciosa, serena, libre de gases contaminantes.

Empezaron las obras de construcción del estacionamiento de Diego de León y uno no podría decir -sin quiebra del intelecto- que dicha calle cortada haya adquirido especial encanto, pues el ajetreo de los obreros, el ruido de las máquinas y el polvo que levantan no suplen con ventaja el siniestro discurrir de la circulación rodada. Sin embargo, la fantasía vuela y en tanto navega por los espacios siderales, la acaricia el sueño de una calle de Diego de León peatonal y tranquila.

No podrá ser, obviamente. Acabarán las obras -los vecinos más optimistas auguran una duración de dos años- y se reanudará el tráfico. Habrá también flamante aparcamiento donde el vecindario podrá guardar sus vehículos, y seguramente no por ello disminuirán los estacionamientos en doble fila, pues la ciudadanía incivil que deja los coches en medio de la calle cual si fueran moscas no es la del barrio, sino la que llega para hacer un recado y si le cuadra se toma para su comisión el día entero.

Y estaremos en las mismas.

La actitud del Ayuntamiento ante los estacionamientos en doble fila puede apreciarse en lo que ahora mismo sucede con motivo de las obras del aparcamiento de Diego, de León. Cortada la calle, los coches han de seguir rutas alternativas por las calles adyacentes, y las calles adyacentes continúan convertidas en una angosta senda. Un aliviadero de la calle de Diego de León es la calle de Juan Bravo, y en ésa las dobles filas duran hasta altas horas de la madrugada.

Sucede que en la calle de Juan Bravo, por largos tramos, hay establecimientos de copas, música y ambiente; la clientela parece disfrutar de impunidad para hacer tertulia y empinar el codo en plena calzada, dejar el. coche donde le dé la gana, y, según horas, entre todos montan ahí un infranqueable tapón. Ahí es el atasco y el caos. Ahí es la selva. Primero fue la urbe, luego la ciudad automática y, evolucionando en aras de la modernidad, hemos acabado en la selva. Una bonita forma de entrar en el tercer milenio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_