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TRAGEDIA EN VALENCIA

Más de 6.000 personas despiden en silencio a los 18 trabajadores muertos en el puerto de Valencia

Unos viejos astilleros del siglo XV, las Reales Atarazanas de Valencia, acogieron. ayer el funeral por las 18 víctimas de un astillero moderno, el de la Unión Naval de Levante, que fallecieron el pasado jueves como consecuencia del incendio producido por una deflagración en la sala de máquinas del buque de carga en construcción Proof Spirit. La ceremonia, presidida por el príncipe Felipe y la infanta Cristina, estuvo marcada por el abatimiento y el pesar de los más de 6.000 familiares y compañeros de los fallecidos que se concentraron en las Reales Atarazanas desde primeras horas de la mañana

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Como en un día cualquiera, los cerca de 690 trabajadores de Unión Naval de Levante acudieron ayer a las siete de la mañana a su factoría, en el puerto de Valencia. Pero esta vez no iban a trabajar. Desde ese punto de encuentro se dirigieron a las Atarazanas. Para entonces, los compañeros más íntimos de las víctimas llevaban ya muchas horas allí. Velaron los féretros toda la noche, al igual que los familiares, en la capilla. ardiente instalada bajo los arcos ojivales del astillero medieval.En una de las sobrias naves de ladrillo se improvisó un altar, desde el que ofició la ceremonia el arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, ayudado por 20 sacerdotes. Enfrente se alinearon en dos filas sobre unos pedestales cubiertos de telas negras los 18 ataúdes. Cabizbajos, los familiares aguardaron la llegada de las autoridades para que empezara el funeral. Dentro del recinto se congregaron unas 1.500 personas.

El presidente de la Generalitat valenciana, Eduardo Zaplana; la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá; el presidente de las Cortes Valencianas, Héctor Villalba; el delegado del Gobierno, Carlos González Cepeda, y el presidente de Unión Naval de Levante, Fernando Abril Martorell, esperaron fuera del edificio la llegada del Principe, la Infanta y el ministro de Trabajo, Javier Arenas. Don Felipe, al bajar del coche oficial, departió unos minutos con Abril Martorell. Al funeral asistieron también representantes de todos los sectores de la sociedad valenciana y el secretario general de UGT, Cándido Méndez, entre otros.

Abril dijo que la situación que atraviesa el sector de la construcción naval es muy complicada y sobre el accidente indicó que, "periódicamente, se, realizaban inspecciones" y que los astilleros cumplían la normativa. Por su parte, Méndez no quiso pronunciarse sobre las causas del accidente hasta que se conozcan los informes oficiales, pero añadió que "en ningún caso se debió a la fatalidad".

Los socialistas valencianos, que ayer iniciaban su octavo congreso, suspendieron las sesiones para poder sumarse a la ceremonia. Allí estuvieron Joan Lerma y Cipriá Ciscar. También se encontraban entre los asistentes el líder valenciano de Esquerra Unida, Albert Taberner, y el diputado Ricardo Peralta.

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La angustia y las altas temperaturas obligaron a la Cruz Roja a evacuar al hospital Clínico a seis personas por problemas respiratorios y cardiacos, además de atender a otras 73 por lipotímías. En los aledaños de las Atarazanas se congregaron bajo un sol de justicia unas 6.000 personas, según Protección Civil.

El párroco de la iglesia cercana de Nuestra Señora de los Angeles, Antonio Díaz, leyó una nota de condolencia enviada por el papa Juan Pablo II. En la homilía, el arzobispo lamentó la pérdida de "18 hombres buenos" que llevaban el sustento a sus hogares y pidió esperanza en estos momentos de tristeza que causan "el grito de toda Valencia". El Príncipe y la Infanta, que no pudo reprimir las lágrimas, se aproximaron a los familiares después de la misa y pasaron varios minutos dándoles la mano y consolándoles.

El traslado de los ataúdes a los coches fúnebres, para llevarlos a los cementerios de sus poblaciones de origen, produjo momentos de emoción con mujeres que besaban el féretro del hijo o el marido perdido y una fuerte ovación de los asistentes, en su mayoría trabajadores portuarios y vecinos de los barrios marítimos que sienten las pérdidas como suyas porque viven del puerto y sus astilleros.

A la misma hora en que empezó el funeral, los barcos atracados en los muelles de Valencia hicieron sonar las sirenas. Los trabajadores de todos los astilleros de España (una quincena, desde los de Sestao, en el País Vasco, a los de Astican, en Canarias) pararon durante una hora.

Decenas de telegramas de condolencia llegaron a las sedes de los sindicatos procedentes de toda España y de Italia, Francia y otros países europeos.

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