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Reportaje:

Oasis rumbo al sur

Los magrebíes descansan en Horcajo, donde se atendió a más de 40.000 personas en 1996

La caravana de magrebíes que cada veranocruza Europa ya está en España. La imagen de los coches que van cargados hasta el techo y con los amortiguadores a punto de reventar será constante en las carreteras hasta septiembre. Primero irán hacia el sur; luego, de vuelta al norte. Son los emigrantes, que viajan miles de kilómetros entre su lugar de trabajo, en la Europa rica, y sus pobres tierras de origen. Estos viajeros tienen en Horcajo de la Sierra la única área de descanso de la región destinada específicamente a los extranjeros. En el resto de España hay otras siete con el mismo cometido. La instalación madrileña está en la falda sur de Somosierra, en el kilómetro 83 de la carretera de Burgos. La mayoría de los usuarios son. emigrantes magrebíes. Allí duermen, rezan, cocinan y revisan el aceite del coche. Ponen todo a punto para reemprender su viaje hacia el sur.

El área de descanso de Horcajo, con una capacidad de 390 coches, está abierta del 27 de junio al 1 de septiembre y en 1996 fue utilizada por 43.272 magrebíes, unos 5.000 más que en 1995, según la Dirección General de Tráfico.

El recinto dispone de un médico ue atiende mareos y problemas estomacales pero, en ocasiones, tiene que curar las quemaduras que se hacen los viajeros cuando abren impacientes el depósito del agua con el motor aún caliente. El centro también tiene dos traductores marroquíes para informar a los viajeros: Uno recuerda una anécdota: "Dos familias hacían el viaje juntos en dos coches. distintos. En Horcajo, se intercambiaron los hijos de coche. Luego un vehículo se perdió por el camino con los hijos del otro. El padre nos llamó desde Algeciras preguntándonos dónde estaban", contó el traductor.Los emigrantes magrebíes recorren la misma ruta cada año. Sus matrículas siguen siendo holandesas, belgas, alemanas o francesas pero cada vez conducen mejores coches. Hacen miles de kilómetros por las autopistas europeas, "muy buenas pero muy caras", según dijo ayer un marroquí de 39 años, empleado en una agencia de segridad parisiense. Este hombre calculaba en 2.700 kilómetros la distancia entre su casa francesa y su hogar marroquí. Un largo viaje en el que sólo descansa cuando cede el volante a un pariente. Se detienen sólo para comer. El hombre se quejaba de que las carreteras españolas están poco vigiladas. "Unos ladrones nos abrieron el coche hace dos años y nos robaron todo el dinero y las joyas que, llevábamos a nuestro país", afirmó. "En Francia hay más vigilancia", dijo.

En vacaciones, los coches bajan a su casa cargados de sueños. Del oasis veraniego regresarán al norte frío. Volverán más ligeros, pero cargados de recuerdos.

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