"LIegará el día en que saldré de aquí"
Más de 700 inmigrantes sin papeles suenan en Melilla con una oportunidad para cruzar el Estrecho
"Llegará el día, no sé cuándo pero llegará, en que saldré de aquí y contaré esta historia". Azden Tigharghan es uno de los 65 argelinos que hace casi un mes decidieron abandonar el centro de acogida Lucas Lorenzo de Melilla por problemas con los otros 53 inmigrantes de Argelia que quedan allí y trasladarse a un improvisado campamento de chabolas hechas con plásticos, ramas, cartones y piedras que instalaron a 50 metros de la comisaría de policía de Melilla. Ahí sufren su historia, la que quieren contar. La historia de un problema, el de la inmigración, que afecta a cientos de personas que llegan desde países africanos a Melilla y quedan atrapados en esta ciudad tapón.Todos -autoridades, organizaciones sociales y los propios inmigrantes- saben que no es un problema sólo de esta ciudad de 60.000 habitantes, sino de toda España y de Europa. Pero mientras Madrid o Bruselas buscan una solución, Melilla convive hoy con más de 700 inmigrantes a los que hay que alimentar y documentar.
No todos viven igual su espera. En la ciudad hay ahora tres grupos diferenciados. El mayoritario es el de los centroafricanos, formado por más de 600 personas -entre ellas 12 mujeres- que están instaladas en La Granja. Allí han creado su propia organización interna para evitar problemas: tienen un presidente, un portavoz, una policía... Intentan así facilitar la convivencia -algunos llevan más de 10 meses en La Granja-, "estar tranquilos" y mejorar las relaciones con las autoridades melillenses para acelerar sus procesos de documentación y entrar en la Península.
La Granja es para ellos "un campamento de refugiados". Las instalaciones son insuficientes y muchos tienen que dormir en vehículos de desguace. Los inmigrantes han convertido coches inservibles o tiendas de campañas en restaurantes y peluquerías; han creado su iglesia para los católicos y uno se ha convertido en profesor de español para sus compañeros.
Protestan por la falta de higiene, por la escasez de las raciones de comida que facilita el Ejército y distribuye Cruz Roja... Pero protestan con calma, intentando que su voz llegue a Madrid.
La situación de otro colectivo de inmigrantes de Melilla, el de los argelinos, es distinta. También esperan, pero las rencillas internas en este grupo han provocado una escisión. Los 65 argelinos instalados cerca de la comisaría temen las agresiones de sus compatriotas. Pero también temen que la opción que tomaron de abandonar un lecho firme se prolongue más. Llevan casi un mes a la intemperie y empiezan a padecer la falta de higiene. A escasos 100 metros, mientras estos argelinos comen restos que han encontrado en algún contenedor o han logrado comprar, los jóvenes melillenses y los soldados de la Legión se divierten en los bares de copas.
Desesperación y calma
"Se nos trata como a bestias, sin comida, sin atención. Somos como perros. Ya no nos queda dignidad". Los lamentos a veces se vuelven protesta, la voz sube de tono y hablan de prender fuego, de acabar por las malas con su situación. Luego, llega la desesperación, la calma vuelve y siguen esperando.Los 53 argelinos del centro Lucas Lorenzo protestan más fuerte. Las condiciones higiénicas y de habitabilidad del centro son peores que las de La Granja. Mohammed Ameziani asegura que lo que quieren "no es comida ni un centro nuevo, es salir de aquí". Afirma que son discriminados y que tras los incidentes de la semana pasada -un inmigrante murió y otros cuatro resultaron heridos en diversas reyertas- se identifica a los argelinos con los actos vandálicos. No quieren quedarse allí -"España es igual que Melilla"-, lo que quieren es llegar a otros países de Europa. La opinión de los argelinos es que la culpa de su situación es del delegado del Gobierno, Enrique Beamud. Aseguran que él no quiere que salgan de Melilla.
Beamud, sin embargo, afirma que se trabaja por todos los inmigrantes por igual, aunque cree que hay una minoría que roba y agrede, que impide la tranquilidad de los melillenses. Sabe que aunque el problema rebase Melilla y deba ser solucionado desde Europa -opinión que comparten las organizaciones humanitarias- la permeabilidad de los 9,5 kilómetros de frontera de Melilla le obliga a ver la inmigración como un problema de hecho.
Algunas organizaciones no gubernamentales, como Melilla Acoge o la Asociación Pro Derechos Humanos de Melilla, creen que el nuevo centro puede provocar a pesar de lo que supone de positivo, un efecto tam tam que supondría la llegada de un número cada vez mayor de inmigrantes ante las noticias sobre las mejoras.
Las ONGs apuestan, coincidiendo con las recomendaciones del Defensor del Pueblo, por una documentación inmediata y un estudio individual del caso de cada uno de los inmigrantes que llegan a Melilla, valorando especialmente los motivos humanitarios como razón para la concesión de asilo.
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