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La iconografía celestial de un 'capo' mafioso

La policía italiana halló crucifijos en vez de armas en la casa de Pietro Aglieri

Fueron necesarios 300 policías y un ordenador para detener a U Signurinu (el señorito), el boss Pietro Aglieri, de 37 años, considerado como el heredero del número uno de la Mafia, Totó Riina. Ni Aglieri ni los dos subordinados que le acompañaban en el chalet-almacén de Bagheria, provincia de Palermo, opusieron resistencia.No iban armados ni había asomo de armas en la casa, como tampoco había sombra de droga, pese a que Don Pietrino esté considerado como uno de los grandes contactos de la multinacional de la cocaína en Colombia. Cuando le detuvo la policía, U Signurinu estaba celebrando lo que podría llamarse una reunión de trabajo en el almacén adyacente a la casa en la que vivía, y donde se entretenía tallando barcos de madera, entre imágenes de la Virgen y libros de filosofía.

Entrañable el asesino mafioso, que tenía en una habitación hasta un altar, ante una imagen de la Madonna con varios bancos delante, a modo de iglesia a domicilio; que al ser esposado llevaba los bolsillos llenos de estampas, y lucía al cuello un crucifijo de madera como lo de los misioneros, herencia, sin duda, del seminario de Monreale, en el que realizó estudios clásicos de griego, latín, historia, filosofía y religión, y quizá también de algo más, visto que el obispo de la diócesis, monseñor Cassisa, además de las simpatías mafiosas que se le atribuyen, está procesado por corrupción, estafa, concusión y por dineros que se ha embolsado con las obras de conservación de la catedral y las ayudas de la Unión Europea para arrancar viñedos, lo que nunca llevó a cabo.

Aglieri poseía también un arsenal pío-intelectual compuesto de Biblias y Evangelios y de libros como Por qué tengo miedo de amar, de John Powell; el Pensamiento filosófico, de Edith Stein -la monja filósofa muerta en el campo de concentración de Auschwitz-, que el boss tenía sobre la mesilla, y un texto de Kierkegaard, para meditar y filosofar un poco entre empresa y empresa, para divagar sobre la vida y la muerte.

El padrino mea pilas, el asesino rezador viene de una familia histórica de la barriada de Guadagna-Villagrazia-Santa Maria del Gesú, hijo de un padre cultivador de cítricos y apasionado por la obtención de naranjas grandes, jugosas y doradas, y con dos hermanos, Carlo y Rosario, diplomados tras brillante actividad académica con los religiosos de Don Bosco.

Pietro Aglieri, segundo y ahijado de Bernardo Provenzano, el único miembro de la cúpula mafiosa tradicional aún huido (desde hace 23 años) y hoy ya anciano y enfermo, fue un auténtico tapado, desconocido a los investigadores, hasta que habló de él, en 1989, uno de los grandes arrepentidos de la Mafia, Francesco Marino Mannoia. El origen de U Signurinu -llamado así por sus exquisitos modales, sus trajes de firma y sus actitudes de dandy-, así como su capacidad de disimular y de maquinar sin llegar a choques frontales, hicieron de él el hombre ideal para guiar la transición mientras la Piovra, desangrada por las vendettas y las detenciones, cobraba nuevo aliento.El jueves por la noche, con un potentísimo teleobjetivo situado a casi tres kilómetros de distancia, en una colina, la policía le hizo dos fotos dentro del chalet. Una hora más, tarde, el ordenador elaboró su rostro completo, una imagen que casaba a la perfección con las que tenían los investigadores, excepto en que

Aglieri había perdido mucho pelo. La foto fue mostrada a Giovanni Brusca, otro capo sanguinario como pocos, detenido el pasado verano y aspirante a colaborador de la Justicia, quien lo reconoció.

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Con las primeras luces del día, por si U Signurinu tenía vías de fuga no controlables en la oscuridad, los 300 agentes entraron en acción. En el chalé encontraron sólo la iconografía de media corte celestial y 18 millones de liras en efectivo, algo más de millón y me dio de pesetas. Desde que irrumpieron los policías hasta que el boss, sin mover un músculo ni re sistirse, dijo "soy Pietro Aglieri" pasaron dos minutos.

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