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Amores que electrocutan

La ex mujer del condenado a muerte en Tampa dice que aún le ama, pero fue quien aportó la prueba incriminatoria

El pasado 17 de abril, dos mujeres y un hombre salieron llorando de la sala de deliberaciones del tribunal de Tampa. Eran los tres miembros del jurado que se habían opuesto a la decisión de los otros nueve de recomendar al juez Rogers Padgett que Joaquín José Martínez Pérez, de 25 años y nacionalidad española, fuera enviado a la silla eléctrica. El día anterior, ese jurado, por unanimidad y tras tan sólo cuatro horas de encierro, había declarado culpable a Joaquín José del asesinato de Douglas Ray Lawson y su novia Sherry McCoy Ward. El fiscal Morgan había rematado sus conclusiones mostrando a los 12 miembros del jurado fotos de los cadáveres de las víctimas y diciendo: "Ellos tan sólo querían vivir, damas y caballeros".El pasado martes, 27 de mayo, el juez Padgett aceptó la recomendación del jurado y sentenció al español a morir en la silla eléctrica de la prisión del Estado de Florida, en Raiford. Al conocer esta decisión, Sloane Milliam, ex esposa de Joaquín José y madre de sus dos hijas, declaró al reportero Bill Duryea, del Saint Petersburg Times: "Mi corazón está roto". Sloane contó a Duryea que, en el último ano y medio, las dos niñas le preguntan con insistencia dónde está su papá y que ella les cuenta que está en un barco.

Joaquín José, nacido en Guayaquil el 2 de diciembe de 1971, hijo del español Joaquín Martínez Sánchez y de su esposa ecuatoriana Sara Pérez Escobar, fue detenido el 29 de enero de 1996, tres meses después de que, el 31 de octubre de 1995, Tina McCoy encontrara los cadáveres en su casa del barrio de Clair Mail.

El "soplo" que lo vinculaba con el crimen se lo había dado a la oficina del sheriff de Hillsborough Sloane Milliam, su ex mujer. Sloane contó que, días después del crimen, vió a Joaquín Jose y éste le dijo que iba a ir "al infierno" porque había "matado a un amigo

Joaquín José y Sloane se conocieron a comienzos de esta década en Miami, se casaron, se mudaron a Tampa y tuvieron dos hijas: Jordyn, de 4 años en la actualidad y, Katherine, de 2. En, el otoño de 1995. llevaban apenas unos meses de separación. Pero ella, que le supera en cinco años de edad, seguía queriéndole.

Un amor peligroso,

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"Le amo todavía", dijo durante el juicio. Entonces, ¿por qué denunció Sloane a su ex marido? El padre del primer español en los corredores de la muerte norteamericanos cree que "por celos, por despecho, por excesivo amor, porque está trastornada". En el otoño de 1995 ' Joaquín José había comenzado una nueva relación amorosa con Laura Babcock.

Pero Laura Babcock también testificó contra Joaquín José. Dijo a los agentes del sheriff que, escaso de fondos por aquellas fechas tras haber perdido su empleo en ATT Atlantic, Joaquín José le dijo que pensaba recuperar una deuda que Lawson tenía con él. En la noche del crimen, añadió, regresó a casa tarde, con un labio partido y nudillos desollados.

¿Hubo otras pruebas? No. A Joaquín José no le encontraron el anna del crimen, y sus huellas dactilares, cabellos, sangre y saliva no coinciden con nada de lo descubierto en la casa de Lawson y Ward. Allí había, entre otras cosa, una colilla. Su análisis reveló un DNA que no correspondía a los asesinados, pero tampoco a Joaquín José, que, además, no fuma. ¿Hay una cuarta persona, el verdadero asesino? Así lo cree Joaquín Martínez Sánchez.

¿Hubo testigos presenciales que vieran entrar o salir a Joaquín José de la casa? No. Unos amigos declararon que pasó la noche con ellos. ¿Se estableció un claro motivo para los asesinatos? No.

Lawson era hijo de un empleado de la oficina del sheriff del condado de Hillsborough. Joaquín Martínez Sánchez cree que su hijo fue "el cabeza de turco" de una investigación que se quería cerrar pronto. "¿Por qué no miran a otro lado, hacia el tráfico de drogas?". Lawson, según acepta la policía de Tampa, era "camello", vendía marihuana. En cuanto a Sherry McCoy, trabajaba como bailarina en el club nocturno Mons Venus.

¿Era Joaquín José un hombre violento, tenía antecedentes criminales? La respuesta es también negativa en ambos casos. "Con todos estos elementos", dice un jurista de Tampa que no quiere ser identificado, "un buen abogado podría haber planteado una defensa muy sólida". ¿La tuvo él?

El español tuvo dos abogados. Uno de pago, Tom Fox, para la primera parte del proceso, la que decide la inocencia o culpabilidad; otro, de oficio, Robert Fraser, para la segunda, la que establece la sentencia. El primero le ha cobrado ya 14.000 dólares (unos 2 millones de pesetas) a la familia del condenado; el segundo envió el pasado 11 de febrero a Joaquín José una carta muy inquietante a la prisión de Hillsborough. Aún no había comenzado la vista oral.

Fraser le dice a su cliente que el caso está perdido y que lo mejor que puede hacer es declararse culpable. Él y Fox ya han negociado con el fiscal de Florida, que, si Joaquín José se declara culpable, la acusación pública sólo pedirá dos condenas a perpetuidad.

"Me temo", escribe Fraser, "que serás sentenciado a muerte si vamos a juicio. Es obvio que la acusación pública descansa esencialmente en la declaración hecha por tu ex mujer, pero ese tipo de declaraciones produce una devastadora impresión de culpabilidad en un jurado".

El abogado se adelanta a la pregunta que le va a hacer su cliente: "¿Por qué tendrías que in culparte tu mismo si no cometiste los crímenes?". Y responde: "Que hayas o no cometido los crímenes tiene poco o nada que ver con la decisión que debes tomar. No de bes confundir el sistema de justicia con la realidad. Si un jurado cree que tienes aspecto de culpable, eres culpable. La acusación pública necesita menos pruebas para conseguir una condena por asesinato que para cualquier otro delito". El propio condenado realizó ayer unas declaraciones en las que respondía a esa oferta: "No me voy a declarar culpable por una cosa que no he hecho".

El pasado martes, Joaquín José recibió con serenidad la condena, reiteró en voz alta su inocencia y le dijo al juez Padgett que no le reprochaba nada. Ayer, desde prisión, se lamentaba: "Me da más pena por la injusticia que por el castigo".

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